José Ramón Pin Arboledas Profesor del IESE. Business School. Universidad de Navarra

Inmigrantes y paro

La Vanguardia, , 20-08-2008

España será probablemente, en el 2009, el país de la UE con la tasa de paro más alta tras Eslovaquia. También tendremos este honor en la OCDE, según prevé este organismo. Los tres millones de parados es una cifra cantada por las previsiones más realistas. En junio ya eran 2,4 millones aproximadamente. Volveremos a porcentajes de dos cifras en el paro; más del 10% seguro y hay apuestas sobre si se llegará o no al 12% o más. Terrible.

Dentro de estas cifras se puede distinguir entre nacionales y extranjeros. Porque el drama social es superior en quien está desplazado de su lugar de origen; cuando ha realizado un esfuerzo de traslado a un destino en donde no encuentra lo que viene buscando: trabajo. Además estadísticamente las cifras son autoexplicativas. Según los datos de la EPA y del Inem, hay unos 22,7 millones de personas activas, de ellas 20,3 millones estarían ocupadas oficialmente; por ende hay 2,4 en el paro. De estas aproximadamente 1,7 serían españoles de nacionalidad y 0,7, extranjeros. Hasta aquí nada que objetar. El análisis es más esclarecedor si se miran otras cifras: a) los porcentajes de paro respecto al número de ocupados de cada colectivo; b) el crecimiento del paro de cada uno de estos dos grupos.

En números redondos el porcentaje de paro de los españoles, respecto a su población activa, sería a finales de julio del 8,3% y en los extranjeros cerca del 14,2%. Pero además mientras que en los españoles el crecimiento del paro interanual puede estimarse en el 16%, en los extranjeros sería el 32%. Dos cifras escalofriantes. La explicación: a) donde hay contratados más inmigrantes, construcción y servicios, la crisis golpea más; b) el inmigrante nutre una buena parte del trabajo temporal, típico en estos sectores.

Ante esa realidad se comprende que las autoridades en materia laboral hayan pensado en ayudar al retorno voluntario, ofreciendo el pago de la prestación por desempleo en dos partes: la primera para ayudar al viaje de retorno y reinstalación en el origen, antes de la partida; la segunda una vez realizado el traslado. Una idea que defendí cuando era políticamente más correcta. Hace dos años casi. En épocas de buenas cosechas, cuando el retorno se podía ver como un mecanismo de ayuda al desarrollo. Ahora es sospechosa, pero no por ello menos realista o social, siempre que sea voluntaria. Pero independientemente de este retorno inducido, un crecimiento del paro inmigrante del tamaño descrito: ¿llevará a los inmigrantes a pensar en volver a sus lares? El inmigrante hará una serie de consideraciones para tomar la decisión de quedarse. La primera es: ¿Supondrá la vuelta tener un trabajo en su país y cobrar algo similar o más que estar en el paro aquí, medido en paridad de coste de vida? Si la contestación es negativa, ni siquiera un paro generalizado en la población inmigrante dará lugar a grandes retornos. Otra consideración que se hará es el futuro. ¿Tendrán sus hijos las mismas oportunidades o el resto de la familia la misma atención sanitaria en los países de origen? Si la respuesta es no, tampoco se producirán retornos.

Podemos augurar que sólo los que proceden de países con visos de desarrollo, Polonia y más tarde Rumanía y quizás otros del Este, empezarán a retornar en los próximos años. Los sudamericanos de Colombia, a tenor de cómo va ese país, también pueden volver si se reduce la violencia. Los demás, tardarán tiempo en poder contestar positivamente esas dos preguntas.

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