"Occidente vive adormecido, gran parte de la sociedad prefiere estar tranquila y no ver la realidad"

Diario de Noticias, alberto guzmán, 03-08-2008

pamplona. Dos meses de vacaciones cada dos años. Este es el tiempo que Antonio Gutiérrez dispone para regresar a casa, visitar a los amigos e informar a los medios de comunicación de sus futuros proyectos en el continente africano. Este padre salesiano de presencia amable y elocuencia hipnotizadora, abandonó muy joven Bárago, un “precioso pueblo” ubicado en los Picos de Europa. Tras estudiar Filosofía y Teología, por vocación sacerdotal, amplió su formación con Magisterio e Historia, carrera que estudió en la Universidad de Deusto mientras daba clases en el seminario. Además de castellano, habla a la perfección inglés, francés y su base un italiano es “muy notoria”. Diecinueve años en el África negra le han llevado a dominar el Baribá y Mokolé. Todavía no piensa en su vuelta. “De un sitio donde te encuentras a gusto no te quieres ir”, afirma. Cree que nuestra civilización se encuentra “adormecida y mira para otro lado”. Su próximo proyecto consiste en la construcción de una escuela en Ganga para unos 600 alumnos procedentes de cuatro localidades. “Así no tendrán que desplazarse doce kilómetros cada jornada para recibir una educación”, explica.

Desde su experiencia, ¿cómo resulta la vida en Benín y Togo?

Son países distribuidos geográficamente a lo largo mientras que las diferentes etnias, algunas muy enfrentadas, se ubican de forma horizontal. Existen más diferencias que entre un ruso y nosotros. Todo es radicalmente distinto. Además, en la sabana del norte de Togo (donde reside en la actualidad) abundan los problemas derivados de la escasez de agua y del analfabetismo. Pienso que en Benín, donde viví 19 años, la gente poseía mejores tierras y más fértiles que en este país, ex colonia alemana y francesa.

¿Tan distinto es el carácter de los togoneses?

Cada tribu, cada lengua, supone una forma de vida muy distinta. Uno debe convivir con ellos para comprenderles. Los baribá, por ejemplo, son muy orgullosos y no les extraña que un europeo hable su lengua. Por su parte, los mokolé son mucho más callados, reservados, tímidos. Cabe señalar que en Togo también conviven tribus sedentarias con nómadas. En resumen, no tienen nada que ver entre ellos.

Ante tanta variedad de caracteres, será difícil ganar su confianza.

No resulta tarea fácil. Para lograrla hay que pasar mucho tiempo con ellos, conocerlos, observarlos. Creo que un instrumento y una ayuda muy importante reside en aprender su lengua. Suelo decir que una llave te abre una puerta y que conocer una lengua te abre un corazón.

El analfabetismo, la escasez de agua, la prostitución, un sueldo de menos de un euro al día. ¿Se puede alcanzar ciertas dosis de felicidad ante tanta desgracia?

Cuando veo la vida que se lleva en occidente y la comparo con la existente en Togo, me quedo con la de allí. El consumismo presente en esta sociedad no me atrae, no se llega a la felicidad desde lo material. Lo que llena al ser humano son las relaciones con las personas, las amistades, algo que en Togo se mantiene y en Europa perdemos cada vez más. Pienso que son más felices que nosotros a pesar de las grandes dificultades que tienen.

¿Le impactará su vuelta al desarrollo?, ¿qué piensa de occidente cuando regresa cada dos años?

Creo que no soy la persona indicada para juzgar o valorar occidente. Cada vez me encuentro más lejos de estos países. Lo que más me impacta es ver como aquí sobran las cosas básicas que en Togo faltan. Este año, por ejemplo, he repartido 35 toneladas de maíz, un alimento muy básico, para que no se muera la gente de hambre puesto que viven del campo y las cosechas han fallado.

¿Preferimos mirar para otro lado y continuar con nuestra vida?

Los países occidentales se encuentran adormecidos. Existen dos tipos de actitudes ante la pobreza en el mundo. Un grupo de personas, que viajan, ven lo que sucede y les llama la atención. Por el contrario, otra gran parte de la sociedad prefiere no ver la realidad, no le interesa. Cada uno sabrá en qué lado está, por qué actitud se define. La realidad es que las cosas no empezarán a cambiar hasta que los ciudadanos tomemos conciencia y presionemos a nuestros gobernantes. ¿Cuántos inmigrantes han de morir en pateras para que abramos los ojos, vayamos hasta esos países y les ayudemos desde su casa? Creo que nadie se marcha de su tierra por gusto. Vienen por necesidad.

¿Qué percepción tienen de Europa?

Todas las personas con las que convivo en Togo desearía venir, desde el niño hasta los más mayores. Creen que esto es El Dorado. Además, los que emigran y pasan penurias en occidente jamás les confesarán sus fracasos. No son capaces de desmitificar a Europa. Para ellos es como los Reyes Magos.

Lleva 22 años de misionero en África, ¿para cuándo su vuelta?

Todavía no me he planteado el regreso. Hasta que no me aseguren que alguien vaya a Togo a continuar lo que nosotros estamos haciendo no puedo volver. Personas como yo aquí sobramos. Sin embargo, allí hacemos mucha falta.

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