La Europa del Este se vacía

La marcha masiva de polacos, rumanos y búlgarosa otros países de la UE deja muchos puestosde trabajo sin cubrir en sus zonas de origen

El Correo, 03-08-2008

La globalización de la economía se ha extendido al mercado laboral, donde la impermeabilidad de las fronteras geográficas, culturales, sociales y políticas es puesta a prueba cada día, en especial en la Unión Europea. Varios millones de polacos, rumanos, búlgaros y de otros estados ex socialistas han emigrado a Reino Unido, Irlanda, España, Alemania e Italia en las dos últimas décadas en busca de mejores sueldos y de una vida más digna, un movimiento que está teniendo consecuencias en amplias comarcas de su países de origen.

Según la Organización Mundial para las Migraciones (OIM), el fenómeno ha sido muy intenso en los últimos 10 años. Este organismo calcula que unas 850.000 personas han emigrado cada año del Este al Oeste de Europa por razones económicas. También por motivos políticos, en el caso de la antigua Yugoslavia. Fontaneros y soldadores, metalúrgicos, obreros de la construcción, peones agrícolas, camareros…, y también médicos, profesores, técnicos y universitarios han abandonado su patria chica y trabajan en la actualidad en diversos estados de la UE.

La emigración masiva genera divisas, el descenso del paro y la subida de los salarios en muchas zonas del Este; y, de rebote, ha frenado el envejecimiento de la población en España, en Reino Unido o en Alemania. Sin embargo, amplias zonas de sus países de origen han quedado semidesiertas, centenares de miles de familias partidas y muchos puestos de trabajo sin cubrir en la industria, el campo y la construcción, lo que frena el desarrollo.

Dos millones de polacos han abandonado su país desde 1989, y aunque empiezan a volver algunos que vivían en Gran Bretaña, la falta de mano de obra es un grave problema. Más seria aún es la situación de Rumanía, donde los dos millones de trabajadores que se han ido representan el 20% de su fuerza laboral. La coyuntura es tan delicada, sobre todo en la construcción, que el Gobierno rumano organiza ahora reuniones con sus emigrantes en España para convencerles de que regresen. El panorama también empieza a ser preocupante en Bulgaria; y en Letonia, donde 50.000 de sus 2,3 millones de habitantes han echo las maletas con destino a Reino Unido y a Irlanda.

El desembarco

El caso de Polonia es paradigmático. Ha sido, tradicionalmente, una nación de emigrantes, pero la situación está cambiando. Las razones son el intenso crecimiento económico que vive desde hace unos años, impulsado por su adhesión a la Unión Europea. Este crecimiento genera prosperidad en un amplio sector de la población, pero también desigualdades. La falta de mano de obra en ciertas áreas productivas debido a la emigración contribuye al aumento de los salarios, que crecen a una media del 11% anual. Por ello, miles de ucranianos y ciudadanos de otros territorios de la antigua URSS, pero también de Bangladesh, Pakistán, China y de países árabes, han desembarcado en Polonia con el fin de ocupar los puestos de trabajo que no pueden ser cubiertos por polacos en la construcción, el campo, el comercio, la hostelería y el servicio doméstico.

Según la Comisión Europea (CE), más de 600.000 inmigrantes extracomunitarios residen ya en Polonia, que se ha convertido en el gendarme oriental de la Europa de Schengen ya que debe vigilar la frontera de más de 1.100 kilómetros con sus vecinos del Este (Ucrania y Bielorrusia) para evitar el paso de clandestinos procedentes de la ex Unión Soviética y de Asia. Cálculos de la Fundación Stefan Batory de Varsovia estiman que unos 100.000 ucranianos trabajan sin papeles en Polonia. Hasta ahora, lo podían hacer durante tres meses sin necesidad de visado, «pero las cosas están cambiando y las autoridades van a limitar el número de documentación a ucranianos – 600.000 en 2006 – , porque Varsovia debe aceptar las directrices de Schengen», apunta el analista Jacek Kucharczyk.

En el campo y en el servicio doméstico trabajan ucranianos; en los astilleros del norte del país, obreros chinos; en la construcción, portugueses, mientras los vietnamitas (unos 30.000) predominan en el sector de la restauración y la venta ambulante, y algunas empresas se han visto obligadas a contratar fontaneros de Tayikistán y Uzbekistán ante la escasez de especialistas. La falta de mano de obra en Polonia planteó a las autoridades, durante el anterior gobierno conservador de Jaroslaw Kaczynski, la posibilidad de reclutar trabajadores entre la población reclusa. Varsovia también negocia con India y China la llegada de informáticos.

Pros y contras

El estado rumano importa desde hace dos años mano de obra china para hacer frente a la falta de trabajadores locales en sectores como el textil y la construcción. Las remesas de la emigración en Rumanía, donde trabajan más de 30.000 extracomunitarios, representan un ingreso de unos 3.000 millones de euros anuales, aproximadamente el 4% del Producto Interior Bruto (PIB). «Tiene efectos positivos para el país, porque contribuye a un cambio de mentalidad, aporta divisas y refuerza nuestra moneda. Pero también ha provocado un déficit de mano de obra y un bajón demográfico», explica a El CORREO el sociólogo Mircea Kivu.

El ex ministro rumano Daniel Daianu admite que la emigración masiva provoca una importante subida salarial en el país, pero alerta sobre el «impacto negativo» que este proceso puede acabar teniendo para las pequeñas y medianas empresas. La asociación de empresarios Lewiatan de Polonia opina lo mismo y, además, destaca que cuatro de cada diez compañías atraviesan problemas porque no tienen suficientes trabajadores cualificados – según algunas estimaciones, faltan 300.000 especialistas – , o no pueden hacer frente al incremento salarial. Por el contrario, el sindicato polaco OPZZ (postcomunista) señala que las alegaciones de la patronal son excusas para importar masivamente mano de obra extranjera y pagar bajos sueldos en un país donde, según esta central, el 70% de los trabajadores cobran menos de 2.000 zlotys al mes (al cambio, unos 600 euros).

Pobres y ricos

Bulgaria, que acaba de ser sancionada por la UE por la utilización fraudulenta de fondos comunitarios, es el país más pobre del club europeo. Registra, sin embargo, una alta tasa de crecimiento, el paro se ha reducido y más de 20.000 trabajadores de países con menor nivel de renta residen en su territorio. Las autoridades consideran que si el crecimiento no se detiene y las inversiones extranjeras siguen llegando, dentro de poco tiempo se verán obligadas a contratar inmigrantes no comunitarios para ocupar los puestos abandonados por los autóctonos.

La República Checa, que junto con Eslovenia es la nación más rica de la antigua Europa socialista, también ha articulado mecanismos para contratar a trabajadores de países como Croacia, Ucrania y Kazajstán. Algo más de 167.000 inmigrantes de zonas no comunitarias trabajan en Chequia, según datos de la Comisión Europea, frente a 10.300 en la vecina Eslovaquia. En Hungría, este contingente supera las 60.000 personas; en Eslovenia, son 42.000 y en las repúblicas bálticas de Letonia, Estonia y Lituania, 482.000, 245.000 y 30.800, respectivamente.

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