«Ha llegado borracho, me ha intentado apuñalar y, en un arrebato, le he matado»

ABC, CARLOS HIDALGO, 30-07-2008

«¿Policía? Hay un hombre herido en mi casa. Es mi compañero de piso». Éste es el aviso que, en torno a las diez de la mañana, recibía la sala del 091. Los agentes avisaron al 112, que comisionó a los sanitarios del Summa y un Vehículo de Intervención Rápida al número 11 de la calle de las Letrillas, en el distrito de San Blas, indicaron fuentes de Emergencias Comunidad de Madrid 112. Sin embargo, ya era demasiado tarde: la víctima yacía cadáver. La Policía luego detuvo al comunicante, quien reconoció haber cometido el crimen.
Mario García de Cárdenas, cubano de 54, no era ningún alma cándida antes de matar a Leonard, el rumano al que desde hacía meses había subarrendado una habitación en la vivienda donde ocurrieron los hechos. En los veinte años que llevaba en España, había logrado reunir una colección bastante variada de antecedentes: robo, hurto de vehículo, tráfico de drogas, robos con fuerza, amenazas y lesiones. Hasta 15.
Según algunos vecinos, había trabajado como jardinero en un colegio del barrio, aunque en la actualidad estaba en el paro. «Yo conocía a Marcos del parque», explica Lorena, una de las vecinas de la zona, quien, probablemente, fue la última persona que le vio antes de que, presuntamente, diera muerte a su compañero de piso. «Bajé al parque y le dejé a las diez y media de la noche. Era un buen chaval», añadió Lorena.
A Marcos era frecuente verlo desde hacía ocho años por ese parque, «tomando uno o dos botes de cerveza» y, según quienes le conocían, «nunca había dado problemas». Poco debían de saber de su vida, a tenor de los datos policiales.
Bronca y ruidos de muebles
La reconstrucción de los hechos fue la siguiente. Marcos subió al piso y, de noche, se enzarzó en una trifulca con Leonard. «Se escuchaba bronca y que se movían los muebles», indicó otro vecino.
Las discusiones entre inquilino y casero eran muy frecuentes, según algunos de los habitantes del inmueble, aunque otros negaron que hubiesen escuchado nunca gritos. Pero, al parecer, el alcohol sí que motivó con anterioridad alguna que otra reyerta, hasta el punto de que Marcos le había exigido a Leonard, chatarrero de profesión, que abandonara la vivienda en 15 días.
Pero el plazo no se cumplió. Antes, acabó con su vida de una manera brutal. Le clavó un cuchillo de cocina en el abdomen y en el cuello. La sangre invadió buena parte del salón, escenario del crimen. Leonard murió degollado.
Luego, en torno a las ocho de la mañana, el presunto homicida quiso deshacerse del arma. Salió de la vivienda y la arrojó en un contenedor de basura que se encuentra justo detrás del bloque de pisos. Regresó a casa. El cuerpo de Leonard yacía decúbito prono; es decir, boca abajo y con las piernas cruzadas, precisaron fuentes policiales.
Y Marcos decidió seguir con su plan: tomó otro cuchillo, limpio, y se lo colocó entre las manos al cadáver para, como en una mala novela policíaca, simular un suicidio. No contento con ello, intentó limpiar la sangre que se había desparramado por la estancia. Pero lo hizo de manera tan burda, que la Policía le detuvo como único sospechoso del asesinato.
Fueron los agentes del Grupo II de Alazanes la Policía motorizada quienes le arrestaron. Precisamente, los dos agentes que hace semanas evitaron que una mujer se lanzara al vacío desde un puente del paseo de Santa María de la Cabeza hacia la carretera de Toledo (A-42).
Y Marcos, como los criminales más mediocres, confesó lo que había hecho: «Ha sido un arrebato. Ha llegado borracho y me ha intentado apuñalar, por eso lo he matado», declaró. También indicó el contenedor concreto donde había arrojado el arma homicida; sin embargo, el camión de la basura pasó a las once de la mañana, apenas unos minutos antes de que se realizara la inspección ocular.
La víctima está aún sin identificar, aunque ronda los 40 años y hoy se le realizará la autopsia. La necrorreseña dará con la última pieza del puzle.

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