Viejo y nuevo barraquismo
La Vanguardia, , 28-07-2008Medio siglo atrás, unas 100.000 personas en Barcelona se hacinaban en barracas, lo que rememora una muestra en el Museu d´Història. Y cuanto se insista sobre ello sabe a escaso, pues el hecho reflejaba una espantosa precariedad humana y colectiva. A la que debe dedicarse mayor atención, pues se nos proyecta un alud similar, aunque difiera. Y si la inmigración antes fue española, ahora es balcánica, americana, africana, magrebí. Y si radicaba en guetos, de Can Tunis a Montjuïc, hoy pulula por doquier, desde el Raval hasta Cornellà. A menudo, agrediendo, con esas bandas dedicadas a la droga, la prostitución, el asalto en la autopista, el escalo domiciliario, el robo callejero. Con episodios alucinantes, como los que acampan en el bosque igual que cuando el bandolerismo del barroco – reléase El Quijote-,sin que los pueblos cercanos ni se enteren. En Tarragona fue así. Y lo son los sótanos con chinos y chicas esclavizados.
Aunque esto sólo representa parte del hecho, pues muchos inmigrantes y familias enteras son honestos y hacendosos, por lo que huyen de su país de origen, infernales antros de explotación económica y moral. Además, la inmigración eleva una población envejecida como la nuestra y nutre de mano de obra sectores que no cubrimos, por desgana o falta de personal.
Pero hacia 1960 la inmigración tampoco se limitaba al barraquismo, como a menudo queremos, satisfaciendo así ese buenismo catalán de receta y culpando más a España de inquina invasora y desidia social. Sin embargo, fueron también docenas de miles los recién llegados que no sólo se situaban con decoro, medrando al compás del tiempo, y a los que molestaba ser asimilados al barraquismo.
Los interesantes libros de Candel insistían en esa versión, eran tan pintorescos como inexactos, cual su inspiración, las novelas de don Camilo, de Guareschi, con la caricatura de la politización comunista y democristiana de la clase popular italiana. Y Candel cosechó éxito con sus emotivos “charnegos” integracionistas, entre quienes se querían dirigentes del común.
El barraquismo venía de zonas españolas donde estaban igual que aquí, pero con menos posibilidad de emanciparse. Como Guadix con sus cuevas, que ahora se venden en carísimo capricho, u Ourense con las chozas, para no remontarnos a las Hurdes. Aunque en la puerta de Sevilla se siga dando barraquismo. Y no hace tanto que en Les Planes aún se traspasaban barracas por bastante dinero.
Y en el Turó de la Peira y otros sitios todavía se padece la aluminosis en pisos deficientes en servicios, con que también explotamos a la inmigración. A la que podemos estibar en sórdidos cuchitriles. Sin que la justicia ni el Govern hayan hallado responsables del desastre del Carmel. Bien la exposición, pero cuidado con la delicuescencia que enmascara el presente.
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