La opción de capitalizar el paro va calando entre los extranjeros

El Periodico, MARÍA JESÚS IBÁÑEZ, 26-07-2008

Dice que su nombre es Ibrahim y que viene de Malí. Lo dice, pero es difícil saber si es cierto. Se le ve desconfiado, incómodo, y se niega a ser fotografiado. Y eso que él tiene papeles. Los muestra orgulloso, sin dejar que nadie se aproxime a ellos, metidos en un envoltorio de plástico verde que los protege como oro en paño. Son su tesoro, el salvoconducto con el que confía regresar, antes o después, a su país. “Estoy decidido, aunque voy a esperar un tiempo, porque me han dicho que el Gobierno me dará dinero, después de haber estado tantos años cotizando a la Seguridad Social”, explica.
El comentario no es anecdótico. Como Ibrahim, son muchos los extranjeros que se están quedando sin empleo en España por culpa de la crisis económica y que empiezan a valorar la posibilidad de volver a casa. Han oído hablar de la nueva normativa que prepara el Gobierno y que incentivará el regreso a los países de origen de los inmigrantes en paro, pero les falta información. El cuándo (podrán tramitar las solicitudes) y, sobre todo, el cuánto (dinero percibirán) les inquieta.
El maliense Ibrahim no lo duda: “Con que me den 20.000 euros me marcho corriendo”, afirma, sin hacerse una idea de qué supone ese importe que en ningún caso llegará a cobrar. Su historia empezó, como la de tantos otros, en una patera cruzando el Estrecho, hace ya seis años. Siguió con la fresa de Huelva, los tomates de Almería, las naranjas en algún lugar de Valencia y las peras y manzanas en Lleida, donde lleva un tiempo instalado. “También he trabajado en la construcción y en una fábrica envasando aceitunas”, agrega. Un vasto currículo que de poco le ha servido en los últimos meses. Lleva en el paro desde principios de año y ya se le ha acabado el subsidio. “No sé cómo voy a pagar el alquiler de este mes”, confiesa.
Hay quien no está dispuesto a regresar a casa. “Ni por 20.000, ni por 50.000 euros”, replica un zambiano que dice llamarse Víctor. Quizás porque es más joven y se siente aún con fuerzas o porque no tiene una familia que le espera, Víctor asegura que “antes de volver a Zambia, probaría suerte en Francia o intentaría pasar hasta Inglaterra”. Él llegó a España hace siete años, con visado de turista, y no quiere renunciar a los papeles que tanto esfuerzo le costó conseguir. “He trabajado muy duro, sobre todo en empleos agrícolas, y no voy a darme por vencido ahora”, asegura, aunque dice comprender a quienes han perdido la esperanza. “Algunos están sufriendo mucho, porque se trajeron a toda la familia para acá y ahora no saben qué hacer”, cuenta.

UNA BUENA OPCIÓN”
La propuesta del Ministerio de Trabajo e Inmigración que dirige Celestino Corbacho es “una buena opción para esta gente”, opinan tanto Ibrahim como Víctor. A falta de su aprobación definitiva, que podría producirse el próximo septiembre, la oferta del Gobierno prevé que los inmigrantes en paro que acepten regresar a sus países podrán cobrar todos los subsidios de desempleo que hayan acumulado en solo dos pagos. Eso sí, para percibir esas cantidades, los beneficiarios tendrán que renunciar a sus permisos de residencia y de trabajo en España y comprometerse a no volver en los tres años siguientes.
“¿Y luego, qué? ¿Podríamos regresar si vemos que allá no nos van bien las cosas?”, se interroga el maliense Rachid, mientras se dirige a un locutorio del centro histórico de Lleida para charlar un rato con su esposa, que sigue en su país de origen. Rachid está en activo, trabaja en un matadero industrial de la capital del Segrià, pero no descarta acogerse a la nueva ley si le garantizan una suma mínima, que también cifra en varios miles de euros. “Al menos, que el dinero que den, me permita abrir un pequeño negocio o comprar algo de tierra en mi ciudad”, manifiesta.

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