Europa: fútbol y migra

La Prensa Gráfica, Eduardo García Columnista de Impacto Latino, de Filadelfia (EUA), 13-07-2008

España se ha coronado limpiamente campeona de la última edición de la Eurocopa de Fútbol 2008, derrotando al temido onceno alemán en la brillante finalísima en Viena. El triunfo después de 40 años de “sequía” no solo le trae una merecida alegría a la hiper-entusiasta afición de “La Roja”, sino también a millones de hinchas suramericanos, que respaldaron estruendosamente al combinado ibérico en su “gesta final” contra los germanos.

Y es que aun después de 500 años, los lazos que unen a América latina con la Madre Patria y la identificación por cultura y tradiciones —aparte que por lengua y visión religiosa— son tan fuertes que no podrían ser destruidos por prejuicios, fricciones ni motivaciones de índole superficial.

Por este motivo, y cambiando abruptamente de escenario, en Latinoamérica ha caído como un balde de agua fría la reciente “directiva migratoria” de la Unión Europea, que pone de improviso a millares de latinoamericanos residentes irregulares en Europa, ante el inminente peligro de una deportación o una separación familiar y a ser enviados de regreso a sus países. Por décadas, la percepción de Europa en el imaginario común latinoamericano ha sido la de un continente que, a pesar de ser tan rico y avanzado como Norteamérica, mantenía sin embargo, una visión mucho más humana del individuo y de su centralidad en las prioridades del Estado. Y por ello, el continente que mostraba mayor cuidado por la justa redistribución de la riqueza, la custodia de los derechos de los menos favorecidos y la defensa de las conquistas civiles dentro y allende sus fronteras.

No por nada, en distintos momentos de la historia Europa ha sabido enfrentar a sus amigos y aliados de Norteamérica en temas tan cruciales como la inconveniencia de invadir Iraq; la adhesión al tribunal de La Haya que le otorga autoridad para juzgar crímenes de lesa humanidad en cualquier lugar del mundo; o la firma de los tratados ambientales de Kyoto, temas apoyados por la Unión Europea pero rechazados por Estados Unidos.

Por estas razones, Europa se convirtió en la alternativa de horizonte para muchos latinoamericanos que dejaron sus naciones en los últimos 20 años, huyendo de guerras y violencia, o simplemente, de la pobreza que los aplastaba en sus países.

Ahora, este “sueño europeo” se ve repentinamente eclipsado ante la aprobación de la “Ley Directiva de Retorno de Inmigrantes ”, que endurece las normas contra los irregulares, dejando la percepción de que las leyes “xenófobas” se están abriendo camino incluso en el continente que el mundo veía como adalid en la defensa de los derechos humanos, y la última frontera de esperanza para emigrantes de las regiones más agobiadas del planeta.

El tema es complejo, pues alguna razón asiste a los países de la UE en querer aplicar normas comunes a un asunto tan delicado. Sin embargo, desde la perspectiva latinoamericana es inevitable la impresión de que, efectivamente, la xenofobia está ganando espacio también en la más igualitaria de las sociedades, y de que Europa le está dando la espalda a un continente que no solo es “hijo de sus mismas entrañas”, sino que además, durante centurias abrió las puertas de forma irrestricta a millones de emigrantes europeos, que partieron esperanzados hacia el Nuevo Mundo, cuando las condiciones en Europa eran tan miserables como lo son ahora en muchos de los empobrecidos países del subcontinente

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