OTRAS COLAS QUE SOPORTAN LOS CIUDADANOS
Brigada de Extranjería de Carabanchel
El Mundo, , 11-07-2008Renovar el permiso de residencia en la Brigada de Extranjería de Carabanchel es toda una odisea. Los inmigrantes tienen que armarse de paciencia y soportar colas interminables antes de conseguir la preciada tarjeta.
Cientos de extranjeros esperaban ayer en los soportales de la antigua cárcel de Carabanchel bajo un sol de justicia para pedir cita previa. Algunos afortunados habían conseguido situarse en una pequeña sombra, pero la mayoría resistía los más de 30 grados como mejor podía.
Las taquillas abrieron a las 9.00 horas, como todos los días, pero algunos llevaban esperando mucho más tiempo. «Hay gente que viene en la madrugada y duerme aquí», explicaba Mehmet, un joven marroquí.
Otro chaval dominicano llegó a las 7.00 horas de la mañana y ya se encontró con que la cola llegaba hasta la calle. «Espero conseguir número porque he tenido que pedir permiso para venir», comentaba. Al final logró la cita previa para volver otro día y renovar su permiso de residencia.
Como él, cientos de personas se agolpan cada día en las puertas de la Brigada de Extranjería para pedir un simple papelito. Sólo eso.
Sin embargo, ésta no es la única cola que tienen que hacer los inmigrantes para tramitar sus papeles. Los que vienen con cita previa a poner las huellas también deben colocarse en una fila y esperar. Diana llegó a la 1.30 de la tarde pero no salió hasta pasadas dos horas. «Como había poca gente, hemos dejado las taquillas de las huellas abiertas», explicó uno de los agentes de la Brigada, cuando normalmente se cierran a la hora de la comida. Hay una veintena de personas esperando, pero eso, frente a las colas de cita previa, no es nada. / M.G. MORENO
Polideportivos, piscinas y sobre todo Centro
En el Ayuntamiento de Madrid todavía no ha entrado la excelencia que predica el alcalde para otros proyectos en la burocracia diaria a la que se enfrentan los vecinos. Aunque, todo sea dicho, ha mejorado en la mayoría de servicios como tributos, hacienda, información al público o registro.
Pese a todo, la situación sigue siendo tercermundista cuando se quiere conseguir una plaza en un curso de algún polideportivo municipal, o para las piscinas cubiertas y hasta para pillar una pista en la que organizar una liguilla de fútbol.
En el caso de los polideportivos, el cupo de vacantes sale un día concreto del mes, lo que provoca que mucha gente se acerque a la puerta de estas instalaciones a las seis de la mañana (cuando no antes) para poder coger la clase y la hora que se pretende.
Llegar un poco antes de las 8.30 horas, cuando abren las ventanillas, significa coger ya el turno 60 o 65 y quedarse con número pero sin puesto.
La imagen se repite cada mes, en mayor o menor medida, en casi todos los centros deportivos de la ciudad pero principalmente son más importantes en septiembre, cuando vuelven a iniciarse los cursos y para conseguir apuntar a los más pequeños.
Sin embargo, la Junta de Centro se lleva la palma dentro de las dependencias municipales con colas que se repiten día sí, día también, para poder hacer algún tipo de gestión relacionada con el empadronamiento. A primera hora de la mañana, se toma la vez para poder realizar el trámite.
Por suerte, tanto en verano como en invierno, la cola se hace en los soportales de la Plaza Mayor que permiten a los pacientes nuevos vecinos resguardarse. / C. SERNA
Un billete de tren… unas dos horas
Si va a comprar un billete de Renfe, llévese un libro y quintales de paciencia. Busque un sitio en los escasos bancos que hay en la sala y no pierda detalle de la pantalla en la que van apareciendo los números.
Tanto la Estación de Atocha como la de Chamartín se convierten en un pozo sin fondo (temporal) para adquirir un ticket de larga distancia. Siete mostradores se reparten a las cientos de personas que cada hora intentan conseguir su asiento.
El primero paso obligatorio es coger la vez de la máquina que divide las colas entre «Salidas para hoy» y todo lo demás.
En ese momento, el futuro viajero no puede creerse lo que ve en el papel. «Cuando vine, cogí el 489 e iba el 330. Es increíble, llevo dos horas esperando», se quejaba ayer una joven en Atocha. Y es que la espera media es de unos 150 números.
Junto a ella, en un banco, un grupo de ingleses no daba crédito a lo que veían. Tenían el A013 y en el marcador aparecía el A350. «Es que tiene que llegar al A499 y empieza otra vez de cero», explicaba un guardia de seguridad en un spanglish poco reglamentario.
La única solución para bajar de las dos horas de espera es comprarlo por internet (siempre que la tarjeta tenga activado el sistema de seguridad) o encargarlo por teléfono y acudir a algunas de las máquinas automáticas en las que se puede recoger la reserva telefónica, con la clave personal.
El problema es que ni por la página web ni en las máquinas especiales que hay en la estación de Chamartín se puede conseguir ningún tipo de descuentos, ni siquiera el de familia numerosa, que sólo se aplican cuando se saca el billete por ventanilla. Así que o paciencia, mucha paciencia, o a pagar. /C. SERNA
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