«No paraba de llorar, ha perdido a su hija, a su mujer y a un hermano»
Los voluntarios de Cruz Roja quedaron impresionados al conocer la tragedia que vivieron los 'sin papeles'
Diario Sur,
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08-07-2008
El móvil sonó, como tantas madrugadas, para avisar de que llegaba una patera. Luisa Ferriz, coordinadora en funciones del Equipo de Rescate Inmediato de Emergencias (ERIE) de Cruz Roja en Motril, alertó a los voluntarios, se puso el uniforme y se fue al puerto.
Le habían comunicado que llegaban 23 personas sobre las 05.30 horas de la madrugada. Hasta ahí resultaba una operación habitual. Pero cuando vieron que la embarcación de Salvamento Marítimo no remolcaba la patera, se dieron cuenta de que no había sido un rescate fácil.
«Nos avisaron de que venían con hipotermia, 20 hombres y tres mujeres. Llegaron muy mojados, con mucho frío, muy cansados…». Luisa relata lo sucedido ya de día, en el edificio de Cruz Roja en el puerto, donde los voluntarios están preparando los bocadillos para que los 23 rescatados almuercen en el centro de detención de la Policía Nacional, donde esperan las 23 personas rescatadas.
Los voluntarios hacen lo que tantas veces, la primera asistencia sanitaria y les proporcionan algo de ropa y comida. Pero ayer estaban ‘tocados’, más serios de lo normal. Además de llegar con frío y asustados, algunos de los inmigrantes rescatados llegaron al puerto de Motril desconsolados. «Un hombre no paraba de llorar, nos explicó que había perdido a su hija de tres años, a su mujer, y a un hermano. Otros también habían perdido a sus familiares».
«Fue muy duro»
Hamza, uno de los voluntarios que pudo hablar con ellos, explicaba impresionado que había sido uno de los rescates más difíciles. «Venían muy afectados, por eso casi no pudimos hablar con ellos».
Otro de los voluntarios de más edad que está junto a Hamza, apunta que ha sido una noche muy difícil. «Normalmente vienen cansados, pero lo de ayer fue muy duro. Esta mañana hemos estado hablando con el hombre que ha perdido a su hijo y estaba destrozado. Hemos acabado llorando todos los voluntarios». El hombre que perdió a su familia en el hundimiento de la patera «venía herido, se había hecho heridas intentando rescatar a su hija pequeña», explica el joven Hamza.
Y es que el final del rescate de la madrugada del lunes no había tenido el final feliz de otras veces. Cuando el barco de Salvamento Marítimo llegó hasta la patera, las olas de cuatro y cinco metros eran ya impresionantes. La embarcación neumática en la que viajaban los inmigrantes tenía ya el motor parado y una enorme ola la volcó.
Los viajeros no sabían nadar y las condiciones del mar eran terribles. Aquellas catorce personas eran hijos, esposas o hermanos de los rescatados, que se mostraron muy afectados.
Un equipo de psicólogos intentó consolar a los desconsolados náufragos.
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