Peter Sellars, contra la esclavitud
El polémico director ambienta ´Zaide´, de Mozart, en un taller clandestino
La Vanguardia, , 07-07-2008MARINO RODRÍGUEZ – Aix-en-Provence Enviado especial
Del Così fan tutte de Abbas Kiarostami a la Zaide de Peter Sellars. O de Mozart a Mozart, pero con un abismo en medio. Ese el salto que nos ha brindado el Festival de Aix-en-Provence, mostrando una vez más que hay muchas formas de hacer ópera y que está muy bien que así sea.
Frente al exceso de respeto, la contención, el refinamiento clasicista del cineasta iraní en su primera incursión en la ópera, en su enésima inmersión en las profundidades del género el director estadounidense vuelve a mostrarse valiente, apasionado, militante. Su versión de Zaide es un grito contra la pervivencia en nuestro mundo de la esclavitud y la explotación social y laboral: ventas de niños, sistema de castas, esclavismo por deudas, trabajo clandestino, prostitución forzada…
Zaide es una de las óperas inacabadas de Mozart y de las poquísimas que hizo por voluntad propia, sin partir de un encargo. La escribió a los 23 años a la vez que Thamos, rey de Egipto,de la que Sellars usa también fragmentos para completar su propuesta escénica. El tema de la esclavitud ya está en la propia obra, que recuerda a El rapto en el serrallo,pero que tiene un tono más grave, más dramático, y que contiene arias maravillosas y muy complejas. Zaide es una esclava del serrallo del sultán Solimán de la que este está encaprichado, pero ella está enamorada de otro esclavo, Gomatz. Con la ayuda de un tercer esclavo, Allazim, los amantes logran escapar, pero son localizados y devueltos al serrallo. En el impactante cuarteto final, Solimán clama venganza y dice que no habrá perdón. Posiblemente Mozart hubiera añadido una coda feliz, pero dejó de escribir Zaide en ese punto al recibir el encargo de componer Idomeneo.
Tenemos así un final duro, abrupto y abierto que le va de perlas a la moderna visión de Sellars, que ha trasladado la obra a la actualidad, ambientándola en un taller de confección textil clandestino, bajo cuyas mesas con las máquinas de coser, que parecen jaulas, duermen también los inmigrantes sin papeles. Algunos lo son o lo han sido de verdad, pues Sellars utiliza un coro de jóvenes de barrios marginales de Aix-en-Provence (Ibn Zaydoun) a los que el palestino Moneim Aduan forma en el canto clásico occidental y en el árabe. Sellars completa su propuesta de diálogo de culturas en su versión de Zaide usando como protagonistas tres jóvenes cantantes afroamericanos: Russel Thomas (magnífico Solimán), Alfred Walter (notable Allazim) y Morris Robinson (cavernoso Osmin); otro originario de Sri Lanka, Sean Panikkar (un no perfecto pero enternecedor Gomatz), y la rusa Ekaterina Lekina (bravísima Zaide). Todos se entregan a fondo en sus papeles y Sellars los mueve con su proverbial sabiduría teatral logrando momentos de gran emoción. La alegría se completa con una estupenda versión musical de Louis Langrée y la Camerata Salzburg, que de Mozart saben un rato.
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