Pulso Francia-España sobre el contrato de integración y las regularizaciones masivas
ABC, 07-07-2008ENRIQUE SERBETO
ENVIADO ESPECIAL
CANNES. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, ha pedido dos cosas aparentemente contradictorias a sus ministros: que hagan una Presidencia modesta, sin dar la impresión de que vienen para avasallar a nadie, pero al mismo tiempo una gestión eficiente con la que demostrar que la UE sigue funcionando en los asuntos donde se necesita una acción común.
Por ejemplo, hoy se reúnen en Cannes los ministros de Interior de los Veintisiete en busca de un acuerdo sobre política inmigratoria, que es uno de los asuntos en los que se supone que los europeos están más unánimemente preocupados. Y aunque sea una reunión informal, en las que no está previsto que se tomen decisiones, la Presidencia francesa está comprometida a cumplir sus objetivos, primero modestia y luego un resultado palpable con el que celebrarlo.
Conciliar posiciones
La principal discusión en este paquete de inmigración y asilo se puede resumir en buscar una manera de conciliar las posiciones de Francia y España. Sarkozy era ministro del Interior cuando en España el gobierno socialista decretó una regularización masiva de sin papeles y desde entonces le viene la obsesión de hacer que esa figura quede proscrita en la legislación comunitaria.
En el caso del Gobierno de Rodríguez Zapatero, la visión es completamente la opuesta. En privado es posible que los responsables de este tema – repartido ahora en varios Ministerios – puedan aceptar que la regularización masiva no volverá a producirse y de hecho ya se ha empezado a ofrecer dinero a los que quieran regresar a su país de origen cuando se queden sin trabajo. Sin embargo, de ahí a firmar un papel aceptando que se criminalice una política de la anterior legislatura va un abismo.
Lo mismo sucede con el llamado contrato de integración, que es una idea cuya paternidad la reclama el actual primer ministro francés François Fillon y que va en la línea del pensamiento tradicional del republicanismo francés.
A Sarkozy también le seduce este compromiso formal de los inmigrantes con el idioma y las reglas de convivencia de su país de acogida, pero el problema es que en España es algo que acogió con entusiasmo el Partido Popular durante la última campaña electoral, y que el PSOE rechazó entonces por razones puramente electorales. Por no hablar de la caja de los truenos que se abriría en España si se quiere saber qué lengua sería de conocimiento obligatorio en según qué comunidades autónomas.
Solución semántica
Pero como Francia quiere una Presidencia «modesta», en París se ha decidido que el contrato de integración «ha dejado de ser un asunto central de la propuesta», según fuentes gubernamentales, lo que parece dar a entender que será opcional.
En cuanto a la prohibición de las regularizaciones, se está buscando una «solución semántica» que pueda contentar a todos. La fórmula de la que se habla en París es cambiar la palabra «masiva» por «incondicional» a la hora de describir lo que los países se comprometen a no volver a hacer.
Según eso, lo que sucedió en España no entraría en esta calificación, porque a los regularizados se les impusieron «condiciones». Eficacia, con un acuerdo modesto, muy modesto.
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