ARTÍCULOS DE OPINIÓN
Fui extranjero y... ¿me acogisteis?
Diario Vasco, , 04-07-2008L a expresión en el evangelio de Mateo es positiva, desaparecen las interrogaciones, se habla de una acogida activa. En cambio, en la Unión Europea, después de la aprobación de la Directiva de Retorno, las cosas no están tan claras. Por ello, desde Caritas Gipuzkoa queremos recordar a nuestra Iglesia y a nuestra sociedad, que cuando hablamos de inmigrantes, estamos hablando, antes que nada, de seres humanos, de hijos e hijas de Dios, en perspectiva religiosa, y, desde el punto de vista humano, de hombres y mujeres a los que ampara la Declaración de los Derechos Humanos, en artículos como el noveno, que hace referencia a las detenciones arbitrarias, o el decimotercero que nos recuerda la libertad de circulación de personas. Coinciden estas líneas con la divulgación de un estudio sobre la percepción que los vascos tenemos sobre la inmigración, en el que se manifiestan las dificultades ante lo nuevo, las inseguridades ante lo desconocido, los miedos ante los tópicos, pero a la vez la apertura a los otros, el reconocimiento de su existencia como personas con las que compartimos espacio, trabajo y fiesta. No somos ajenos a las dificultades de la convivencia multicultural y es que algunas de nuestras cosas nos parecen buenas y válidas y no las queremos perder. Dicen algunos que eso es asimilación… dicen otros que defensa ante la invasión.
Hay que reconocer que el fenómeno migratorio es complejo y plural las respuestas ante él. Las hay de máximos y de mínimos. De papeles para todos o todos para casa. Sinceramente, nuestra experiencia en Caritas nos ha enseñado que existen espacios intermedios y que lo que cuenta es la relación con esos hombres y mujeres que vienen de lejos y que traen a sus familias con ellos, en ocasiones menores de edad. Tratan de buscar un futuro mejor y tienen derecho a ello. No de cualquier manera, pero tienen derecho a ello.
Por ello nos duele en el alma que podamos aceptar sin más una Directiva como la aprobada por la Unión Europea, que pretende cerrar un poco más las posibilidades de futuro de tantos y tantos. Y queremos llamar la atención sobre una política que usa a los hombres y a las mujeres como piezas de un engranaje económico que cada vez genera mayores beneficios y peor repartidos. Es necesario recordar que la Unión Europea se creó para, usando la economía como instrumento, poder llegar a la reconciliación de una Europa asolada por dos guerras. En aquel momento, fue el derecho con mayúscula, el que ayudó a gestar una comunidad de bienestar y justicia, bien es verdad que siempre amenazada por la ambición de poder. Hoy ese horizonte de solidaridad vuelve a estar amenazado, en un momento en el que, además, los datos económicos que nos anuncian tiempos de crisis no ayudan a analizar la realidad con la tranquilidad necesaria. Más de uno quiere aprovecharse de nuestra debilidad para hacernos comulgar con ruedas de molino. Pero también es el momento de decir, bien alto, que en esta casa hay sitio para más gente, que podemos compartir nuestro pan y nuestro futuro, y que estamos orgullosos de que alguien nos pueda decir: fui extranjero y me acogisteis.
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