Los inmigrantes llegados a Almería se convierten en empresarios
La Vanguardia, , 01-07-2008El marroquí Salah Baih dice que los españoles antes no le miraban mal, pero ahora le miran mejor. La diferencia es que antes era peón agrícola y ahora, dueño de un invernadero de 2,2 hectáreas en Campohermoso, Almería. Para ello ha tenido que trabajar de sol a sol y suscribir una hipoteca de 265.000 euros. Por fin trabaja su propia tierra. Hace 17 años, Baih desembarcó en Gibraltar en una patera que había zarpado de Ceuta: no traía ni zapatos. Procede de Beni – Mellal, la región marroquí con más emigrantes. En estos años ha traído, mediante ofertas de contrato, a medio centenar de familiares y amigos. Da trabajo a cuatro mujeres marroquíes, al frente de las cuales está su esposa, Rouzki.
La familia de Salah Baih no es una excepción. Decenas de inmigrantes han empezado a adquirir o arrendar tierras, a convertirse en empresarios, jefes llaman allí a los propietarios de invernaderos. Otro marroquí, Ahmed el Hichou Alí, lleva en España más tiempo que Salah. Veinticinco años le han cundido para casarse con Soraya (bilbaína que conoció en Lleida) tener cuatro hijos, adquirir la nacionalidad española y, hace poco, comprar tres hectáreas de invernaderos por 540.000 euros, para lo que hipotecó tres viviendas, incluida una de sus suegros en Almería. Emplea a una marroquí y a una lituana. El problema de Ahmed es el mismo que el de todos los agricultores, cuenta, que los intermediarios son como sanguijuelas que se llevan todo el beneficio.
El acceso a la propiedad choca con los bancos, que han cerrado el grifo de las hipotecas, más aún a inmigrantes. Por eso Ahmed Bahrí, que tiene arrendadas 10 hectáreas en Murcia, todavía no ha podido cerrar la compra de la finca que vende Montserrat Jiménez en el Campo de Níjar por 390.000 euros. Pero su paisano Mohamed el Moudin posee 1,1 hectáreas y lleva otro invernadero en alquiler. Y Abdelrrahim gestiona dos hectáreas en régimen de arrendamiento.
Campohermoso, Ruescas, San Isidro
son poblaciones con fuerte implantación de los marroquíes, en muchos casos, con bastantes años a las espaldas de trabajo para los agricultores andaluces. En gran medida, el acceso de los inmigrantes a la posesión de la tierra se debe a que los hijos de los campesinos autóctonos no quieren ver los invernaderos ni en pintura. Algunos han estudiado y ejerce profesiones cualificadas y, la mayoría, simplemente dedica su tiempo a malgastar el dinero ganado por sus padres.
El resultado es que, al jubilarse, los propietarios venden los invernaderos que tanto les costó levantar a los únicos que muestran ilusión por la tierra, los marroquíes. Otros vendieron atraídos por la fiebre de la construcción o por la crisis de costes que sufre la agricultura.
Hace 15 años, Francisco Montoya dio trabajo a Salah Baih nada más verlo, aunque antes tuvo que proporcionarle unos zapatos y ropa. Cuando hace seis años enfermó, Montoya, que no tiene hijos, le arrendó el invernadero a Baih y más tarde se lo vendió. Es el ciclo natural de la vida, dice ahora. Otro almeriense con invernadero en Campohermoso es Juan Rodríguez. De sus dos hijas, ninguna quiere hacerse cargo del negocio. “Dentro de cinco años me jubilaré y venderé la finca a quien pague más, probablemente a un marroquí porque son los únicos que aún tienen ganas de sacar esto adelante”, afirma.
El director de una oficina de Cajamar en Campohermoso, que prefiere no dar su nombre, confirma que abundan los inmigrantes que acuden a informarse sobre préstamos para adquirir invernaderos, pero los precios de la tierra son elevados y las condiciones de las hipotecas, duras. Ahmed Bahrí ha pedido créditos en tres entidades para comprar una finca, sin éxito, pese a que tiene tres viviendas y que son siete hermanos dispuestos a trabajarla.
Jesús Méndez, corredor de fincas (aquitienesloquebuscas. com) afirma que la mitad de sus clientes son marroquíes y que al menos el 10% de los propietarios de esta comarca son ya marroquíes. “Los españoles no queremos trabajar debajo del plástico y a este paso, en cinco o diez años todo el campo será de ellos”, señala. El gerente de una empresa agrícola asegura que en la comarca hay al menos un centenar de marroquíes propietarios o arrendatarios, varios de ellos clientes y buenos pagadores.
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