Muere una boliviana a manos de su ex novio, al que denunció un día antes

ABC, L. TOSCANO / MADRID, 30-06-2008

Gaby, una mujer boliviana de 28 años y vecina de la localidad madrileña de Las Rozas, es la víctima mortal número 29 del año de la violencia machista y como en muchos otros casos no puede decirse que su muerte sea una sopresa para nadie que conociera su historia, porque desde hace seis meses sufría el acoso de su ex novio, de la misma nacionalidad, y que es el principal sospechoso del crimen.
Incluso el día anterior a sufrir la agresión mortal había llamado a la Guardia Civil para decir que tenía miedo de su ex novio, de 39 años, y el Instituto Armado montó un dispositivo para localizarlo. Sin embargo, la ayuda de las Fuerzas de Seguridad no llegó en esta ocasión a tiempo y el criminal pudo lograr su objetivo.
La mujer murió sobre las diez de la noche del pasado sábado tras recibir siete puñaladas en el tórax después de mantener una discusión con el asesino en las escaleras del edificio en el que vivía, y que compartía con su hijo de diez años, su madre y una prima. El asesino se dio a la fuga cuando la joven comenzó a gritar y alguno de sus familiares abrió la puerta de la casa, un piso situado en el número 2 de la céntrica calle de Acacias.
Según un portavoz de Emergencias 112, Gaby había perdido mucha sangre por las heridas de arma blanca y entró en una parada cardiorrespiratoria de la que no fue posible recuperarla a pesar de que fue sometida durante muchos minutos a maniobras de reanimación.
Al vovler del trabajo
Helmert, un vecino del número de la víctima, fue testigo de la trágica escena y relató que al parecer los hechos ocurrieron cuando la chica llegó del trabajo y él la estaba esperando. «Todo estaba anunciado», dijo. Al oír los gritos de Gaby se asomó al rellano y la encontró «tirada en el suelo, en un charco de sangre», mientras su madre trataba de socorrerla.
«¡Ayúdenme, que la han matado», fueron los gritos que oyeron Juan y su familia, vecinos del edificio de enfrente, mientras cenaban. De hecho, al asomarse a la ventana, uno de los hijos del matrimonio vió al asesino «salir corriendo con una bolsa negra».
«Este salvaje no era un persona normal», afirmaban ayer los vecinos, aún conmocionados. «No sólo la perseguía, sino que también pintaba en las fachadas de la zona y en el portal». En una de estas pintadas, que ella misma tuvo que borrar, llegó a escribir: «Si no me amas, te mato».
Una de las compañeras del restaurante «El Convento», en la zona de Las Rozas (Madrid), donde trabajaba la víctima como camarera desde hacía poco tiempo, aseguró que recientemente Gaby «fue a la Policía a poner de nuevo una denuncia. Vivía con temor, estaba asustada y lo había denunciado varias veces». De hecho, el criminal tenía dictada una orden de alejamiento, que sin embargo solía incumplir.

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