El nuevo rapto de Europa

Deia, JOSÉ MARÍA GONZÁLEZ ZORRILLA, 30-06-2008

La indigestión provocada por los Tratados en la ciudadanía europea comienza a convertirse en enfermedad crónica. Tras el rechazo al Tratado Constitucional en los referéndums celebrados en Francia y Holanda, Irlanda también ha dicho no, provocando un milagro sin precedentes: Reino Unido acude a socorrer a Europa ratificando el Tratado de Lisboa, con lo que se aleja momentáneamente el riesgo de provocar una parálisis aún mayor en la ya estancada Unión Europea, si bien tenemos que esperar aún a lo que suceda en septiembre en la cada vez más reticente República Checa.

El resultado no nos ha sorprendido. Sólo nos acordamos de Santa Bárbara cuando llueve y de las necesarias campañas de comunicación sobre Europa cuando se pierde un referéndum.

En cualquier caso, qué difícil es votar sí cuando la ciudadanía identifica a Europa con el eje del mal que viene a agitar nuestras placenteras existencias llenas de armonía y bienestar con duras reformas económicas y recortes sociales. Seamos sinceros, si no existiera la Unión Europea algunos políticos tendrían que inventarla para poder encubrir su falta de liderazgo y capacidad para afrontar, de forma innovadora, los desafíos que plantea en nuestras sociedades la globalización. Todos sabemos, porque lo hemos sufrido, que cuando los líderes europeos necesitan realizar reformas incómodas y poco populares agitan a su población diciendo: que viene el lobo (perdón, quise decir Europa), como si Europa fuera un objeto político no identificado dirigido por extraterrestres, cuando la realidad es que los democráticamente elegidos jefes de Estado y de Gobierno, junto con los europarlamentarios, deciden gran parte de la legislación aplicada en nuestros países.

Por lo tanto, el fácil discurso sobre la falta de legitimidad democrática lo que en realidad legitima es la ausencia de responsabilidad de los jefes de Estado y de Gobierno sobre el nuevo rumbo tomado por la Unión Europea y el anonimato de unos europarlamentarios con cada vez mayor participación en el proceso decisorio, pero también menos visibilidad ante sus electores. Todos parecen querernos decir que no son ellos los que deciden, sino Europa, o mejor dicho, la pérfida Unión Europea a través de unos malos malísimos, también llamados burócratas de Bruselas. Y sin embargo, olvidan lo que de verdad representa una importante falta de legitimidad democrática: la marginación de las regiones con competencias legislativas como Euskadi, ausentes de los grandes debates donde se deciden cuestiones clave para su futuro y competencias.

Pero el camuflaje de las cuestiones europeas en el debate público va más allá. Mientras los irlandeses votaban mirándose al ombligo defendiendo su comisario, su independencia fiscal, su neutralidad política, y supongo que una nueva negociación desde una posición de fuerza, pero olvidando sin sonrojarse los cuantiosos fondos europeos recibidos, se nos han colado de forma silenciosa dos Directivas que dinamitan el modelo social europeo, pilar fundamental e irrenunciable de la construcción e identidad europea.

La primera de ellas, la denominada oficialmente Directiva de Retorno, y popularmente conocida como Directiva de la Vergüenza, ha convertido a Europa en una caricatura de sí misma al mejor estilo de Groucho Marx: “Yo tengo unos principios, pero si no les gustan, tengo otros”. Con la excusa de querer armonizar las condiciones en las que los inmigrantes irregulares en territorio europeo deben ser detenidos y reconducidos, se institucionaliza la detención de personas durante año y medio.

Los europeístas que aún creemos en la Unión Europea como utopía necesaria para construir un mundo mejor consideramos que esta Directiva, que afectará a 8 millones de personas, debe ser paralizada, y para ello, sí, reclamamos urgentemente una activa participación ciudadana. No podemos permitir que nacer en el sitio equivocado se convierta en un execrable crimen castigado hasta con 18 meses de detención e incluso con el envío, a países diferentes de los de origen, en caso de los menores.

¿Y saben por qué? Porque con esta Directiva es la propia Europa la que es detenida y expulsada del continente europeo. Nuestro compromiso con los derechos humanos, la dignidad humana, la solidaridad, la justicia social, los criterios humanitarios en la lucha contra la inmigración ilegal… todos esos valores que defendemos con superioridad frente a terceros países serán, junto con los inmigrantes irregulares, detenidos y expulsados de Europa. ¿Acaso hemos olvidado que Europa, según la mitología griega, era hija del rey fenicio Agenon y, por tanto, inmigrante en este viejo continente?

La segunda directiva camuflada entre los fuegos artificiales lanzados antes del referéndum en Irlanda pone fin a la jornada laboral máxima de 48 horas aprobada en 1917 (!) por la Organización Internacional de Trabajadores. Esta nueva Directiva permite una semana laboral de 60 horas, en casos generales, e incluso 65 para colectivos concretos. La ampliación de la jornada se producirá mediante acuerdos individuales con los empresarios, poniendo fin a un siglo de lucha colectiva a favor de los derechos sociales de los trabajadores y a la identificación de la Unión Europea con un modelo basado en la justicia social y las garantías sociales. Lo único positivo de esta Directiva es que no ha sido aprobada y aún estamos a tiempo de defender el modelo social europeo.

Ha llegado el momento de echar la vista atrás, para poder recuperar la confianza en el futuro. Hace exactamente 60 años los vascos participamos con gran entusiasmo en el Congreso de Europa celebrado en La Haya. Este Congreso lanzó el primer llamamiento para la unificación del continente y dio origen al movimiento europeo como lobby encargado de promover la integración europea desde los cuatro puntos cardinales de Europa. A La Haya acudieron desde el exilio de París Francisco Javier Landaburu (PNV), Indalecio Prieto (PSOE), Juan Carlos Basterra (ANV) y Lezo de Urreztieta dirigidos por el lehendakari Aguirre. El federalismo de Landaburu, el compromiso social de Indalecio Prieto, el vasquismo de Juan Carlos Basterra, el idealismo de Urreztieta y el humanismo del lehendakari Aguirre consiguieron que Euskadi, un pequeño país silenciado por una cruel dictadura, recuperara su gloriosa presencia en la historia universal, participando activamente en uno de los momentos más importantes del siglo XX: la creación de una Europa unida y en paz.

Sin embargo, las cosas han cambiado desde entonces. Tras más de 50 años de exitosa integración, Europa muestra claros síntomas de agotamiento y crisis debido a su incapacidad para adaptarse a un nuevo espacio geográfico de considerables dimensiones y diversidad interna. Europa va demasiado rápido y nuestras mentes, más pragmáticas que utópicas, más egoístas que solidarias se resisten a nuevos avances.

Las convulsiones que provoca la globalización, el actual contexto de inquietud económica, la crisis financiera, económica, alimentaria y energética que vivimos, los retos tecnológicos, económicos, sociales, medioambientales, migratorios, políticos y de seguridad que debemos afrontar en este siglo XXI hacen más necesaria que nunca una Europa fuerte y unida.

Y sin embargo, ¿dónde está Europa? La respuesta no es fácil, pero parece que esa bella utopía de derechos humanos, libertad, solidaridad, progreso económico, justicia social, no discriminación y respeto a la diversidad, fomento de la multilateralidad, lucha contra el cambio climático e innovación política ha sido raptada y es invisible para la ciudadanía. Lo que actualmente vemos lleva camino de convertirse en una mala imitación de lo que Europa aspiraba a ser hace 60 años.

Es por ello urgente que los europeístas traslademos a la ciudadanía que Europa sólo es lo que le dejan ser, lo que nuestros gobiernos estatales y europarlamentarios, democráticamente elegidos, deciden que sea. Hay que liberar a Europa y convertirla en una esperanza para toda la ciudadanía, superando crisis coyunturales, intereses económicos inmediatos, visiones políticas cortoplacistas y la marginación de los pueblos en la construcción europea. ¡Ayúdanos a conseguirlo! www.eurobask.org

* Presidente de Eurobask

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