'Campos de concentración'

Diario Sur, Gabriel Wüldenmar Ortiz, 30-06-2008

Indigna ver que los eurodiputados han decidido que se puede internar en modernos ‘campos de concentración’, sin libertad, sin protección jurídica y en malas condiciones de alojamiento, a personas inocentes que lo único que han hecho es huir de la muerte y la miseria en sus países. Con esto, los pobres y hambrientos ya son considerados delincuentes en este mundo globalizado que causa la miseria de sus pueblos.

Como ha dicho Zapatero, ninguna normativa nacional o comunitaria podrá frenar la inmigración mientras mueran al día 20.000 personas de hambre (son más: el ponente especial de Naciones Unidas para los Derechos Humanos y de la Alimentación Jean Ziegler, profesor de la Universidad de Zürich, señala 100.000 personas al día, habiendo suficiente para alimentar a 12.000 millones, el doble de la población mundial actual). Para colmo, esta normativa europea también permite que los menores, incluso cuando lleguen solos, puedan ser deportados a países que no sean su país de origen (imaginemos a nuestros hijos pequeños en esta situación: abandonados y solos en un país distinto al suyo, donde probablemente correrán la peor de las suertes).

Por supuesto que hay que controlar la inmigración desmedida, pero destruyendo sus causas: el hambre y la miseria. Para ello hay que adoptar soluciones de las que las grandes empresas, cuyos ‘grupos de presión’ influyen en los eurodiputados en Bruselas, no quieren ni oír hablar: pagar un precio justo y estable por sus materias primas (y no cada vez más bajo por acuerdo de esas empresas), acabar con el saqueo de la deuda externa (idea que no gustará a los grandes bancos), eliminar los aranceles que soportan los productos elaborados del sur (permitiendo así su industrialización), eliminar las subvenciones a nuestros productos en los mercados del sur, hacer que los beneficios de las multinacionales instaladas en el sur reviertan en éste, dejar de financiar guerras para beneficiarnos de las materias primas del sur, adoptar una verdadera cooperación al desarrollo (no créditos para que compren a nuestras empresas o nuestras armas), mejorar las condiciones laborales de nuestras empresas allí, dejar de sostener y financiar dictaduras corruptas en esos países, etc.

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