Vidas voluntarias
¿Se imagina que un poco de su tiempo libre pudiese cambiar el mundo? Sugerente cuestión la que lanza la oenegé Intermón Oxfam desde un folleto que reparte en su tienda de San Sebastián, pero en un sistema dominado por los intereses económicos escasean desde hace tiempo las personas que regalan sus horas libres sin remuneración a cambio. Nada nuevo en la plaza, pensarán algunos. La 'sequía' solidaria coincide, sin embargo, con una demanda de apoyo cada vez más creciente. Las organizaciones de Gipuzkoa necesitan más colaboradores dispuestos a echar una mano. También en verano. Ivette Grane, Pilar Armendariz y Manoli Francisco hicieron caso del llamamiento. Las tres confiesan en el siguiente reportaje su particular adicción: el voluntariado.
Diario Vasco,
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29-06-2008
DV. En su tarjeta de presentación no figura el voluntariado como ocupación profesional, pero si hubiera una casilla asignada a la opción de vida, seguro que Pilar, Ivette y Manoli destacarían su compromiso solidario, una alternativa, dicen, que les reconforta con el mundo en unos tiempos en los que todo parece girar al revés. «Somos un granito de arena», describe con humildad la donostiarra Pilar Armendariz, que colabora con Intermón Oxfam. «Pero si sumas un granito y otro granito, la cosa puede cambiar», añade convencida. Ivette Grane, de la asociación intercultural Kaeb Nai, y Manoli Francisco, que se ha volcado con los chavales de A – tzegi, también se mueven contracorriente, empeñadas en mejorar las condiciones de vida de quienes más lo necesitan. Las tres animan desde este reportaje a sumarse a la corriente solidaria.
PILAR ARMENDARIZ
Intermón Oxfam
«Me extraña que haya pocos voluntarios»
Pilar Armendariz acaba de conseguir media hora de trabajo justo gracias a la venta de dos paquetes de café que ha comprado un concienciado cliente por 3,78 euros. Detrás del mostrador de la tienda que Intermón Oxfam ha abierto en San Sebastián, esta donostiarra, que en realidad se dedica a asesorar a empresas, atiende a cada comprador con sumo tacto, porque sabe que detrás de cada desembolso se suma una aportación para el comercio justo, que ella muestra con orgullo a través de una tabla que convierte los euros en horas de trabajo justo. «Nuestro objetivo es mantener los contratos comerciales con los productores, de forma que se consiga un trabajo justo. No es una relación de ayuda en sí, sólo una relación comercial donde se establecen criterios de igualdad, sin explotación», explica Pilar.
A Intermón llegó hace un año. Hasta entonces no se había comprometido con ninguna causa, pero quería encontrar una organización «práctica, que no utilizara la demagogia ni la política». Cuando le llegó a sus oídos el proyecto de Intermón Oxfam, que iba a abrir un comercio en el donostiarra barrio de Gros, decidió implicarse y ahora se hace cargo de la tienda tres días por semana (jueves, viernes y sábado), en el turno de mañanas. «Es una labor totalmente profesional. Atendemos la tienda como un empleado, cuadramos la caja, hacemos pedidos… Y de vez en cuando se producen bonitos debates con los clientes. Es una clientela un poco sesgada, que viene motivada por el objetivo de la tienda. Cuando alguien entra y no lo conoce, nuestra labor es explicar qué es Intermón y para qué trabaja», dice Pilar.
Ella desempeña la tarea con total convencimiento de causa: «Soy autónoma y trabajo lo justo para vivir. Prefiero dedicar el tiempo a hacer otras cosas, como el voluntariado. No comparto la idea de ganar lo más posible. He reducido las necesidades y así se vive mejor», sostiene. Por eso, no pierde ocasión para colaborar con la oenegé. Además de en la tienda, acude puntualmente a las convocatorias. «No hace falta destinar tantas horas como yo. Cada uno tiene que manejar su horario según sus propias posibilidades. Algunos van a charlas, ayudan a montar las carpas y las meses informativas y otros pagan una cuota. Tenemos que convencernos de que muchos pocos podemos hacer mucho. Porque juntos podemos combatir la pobreza y la injusticia», dice adscribiéndose al lema de la asociación.
IVETTE GRANE
Kaeb Nai
«Lo ideal sería que reinara la solidaridad»
El trabajo de la asociación Kaeb Nai es mucho menos visible que el de Intermón Oxfam, pero resulta igualmente valioso. Creada hace tres años por un equipo de pedagogos, psicoterapeutas, educadores y psicólogos, la entidad ha ido creciendo sin hacer ruido hasta reunir a cerca de cuarenta voluntarios, la mayoría jóvenes, que luchan contra la exclusión social de minorías e inmigrantes. Ivette Grane, catalana afincada en Donostia, se unió al grupo hace dos años, después de una charla del responsable de Kaeb Nai, Jorge Sáez, en la universidad en la que cursaba Educación Social. Aquel discurso le abrió los ojos hacia el voluntariado y le ayudó a encauzar sus estudios a una vertiente más práctica, a la espera de una salida laboral. La experiencia le ha colmado hasta tal punto que hoy considera a sus compañeros «como una verdadera familia».
Pero las actividades que organizan son mucho más que reuniones entre amigos. A Ivette le gusta puntualizar este aspecto, porque a veces, dice, «se traspasa la barrera y se pueden anteponer las relaciones personales entre el grupo al trabajo de voluntario», cuando en realidad «lo que importa es trabajar para tender puentes», subraya con ímpetu esta joven. Por ejemplo, con encuentros entre varias culturas, paseos entre amigos en los que el color de piel termina siendo indiferente o mercados de productos para conocer las costumbres de otros países. La próxima cita será a mediados de julio con un encuentro entre jóvenes de cuatro países: República Checa, Polonia, Rumanía y Grecia.
El discurso de Ivette se acelera cuando se le pregunta por la implicación de los jóvenes, entre las que se incluye y lanza un guante. «La falta de voluntarios no es una cuestión de edad. Hay que desmitificar el pasotismo de la juventud, porque no es verdad. Hay muchos jóvenes implicados. Lo que pasa es que cada vez nos lo ponen más difícil, con la vivienda, los contratos laborales. Hay que cambiar de perspectiva y pensar qué se puede ofrecer desde la situación particular de cada uno. Al final, lo que nosotros hacemos desde la asociación son pequeñas acciones que puedes llevar a cabo en la vida diaria, pero que resultan más eficaces a través del grupo. La sociedad ha marcado demasiados estereotipos. Lo ideal sería que reinaran los valores de la solidaridad y la cooperación», sueña en voz alta.
MANOLI FRANCISCO
Atzegi
«Los chavales te dan todo su cariño»
Manoli Francisco no le da muchas vueltas a los motivos que le han empujado a colaborar con Atzegi. Es más, prefiere quitarle importancia a su gesto con una sonrisa. «Me gustó y me apunté», responde esta errenteriarra de 41 años, que trabaja como cocinera de lunes a sábado y emplea sus domingos para «divertirse» con los chavales discapacitados de la asociación. Su labor es fundamental, aunque a ella le parezca «totalmente normal». Gracias a su apoyo, y al de otros muchos voluntarios, las personas discapacitadas disfrutan de actividades de tiempo libre como cualquier otro guipuzcoano. Van al monte, pasean por la playa, toman helados, se reúnen en torno a un café… «Ellos lo hacen muy fácil, porque te dan todo su cariño», resume Manoli.
De los chavales, con quienes se ha encariñado desde que les conoció hace un año, sólo habla maravillas. «Tenemos un concepto muy equivocado de ellos. Su integración no es una tarea tan difícil, sólo hace falta algo de voluntad», dice. Ahora que llega el verano, los grupos de tiempo libre de A – tzegi, los txolartes, necesitan más gente dispuesta a pasear y charlar con los chavales. Manoli no se perderá la oportunidad. «Cada uno se organiza como puede. La asociación no te impone horarios ni nada. Sólo hace falta un mínimo de compromiso y responsabilidad». El resto, asegura, viene rodado. «Yo nunca había estado con ninguna asociación. El primer día fuimos con los chavales a La Zurriola. Uno de ellos se me agarró al brazo y no me soltó en horas. Fue una tarde preciosa». aldaz
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