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Los finlandeses no tienen relevo

El Mundo, Por Eduardo Suárez / Helsinki, 29-06-2008

Los expertos alertan de que a partir de 2010 la población activa del país empezará a disminuir. Europa es un continente que envejece, pero en ningún lugar lo hace tan rápido como en Finlandia, un país que sorprendió al mundo en los 90 con el milagro de Nokia y que, sin embargo, vive ahora pendiente de su pirámide de población.


La estadística dice que a partir de 2010 la población activa finlandesa empezará a menguar. Por primera vez en la Historia, aparecerán más jubilados que incorporaciones al mercado de trabajo.«A partir de entonces», dice el ministro de Economía, Jyrki Katainen, «nuestra crecimiento dependerá sólo de la mejora de la productividad y eso plantea retos nuevos y complicados».


Katainen es el líder de la derecha finlandesa, que gobierna en coalición con el Partido de Centro del primer ministro, Matti Vanhanen. Ambos tratan de sacar adelante un programa de reformas muy similar al de los conservadores suecos, que obre el milagro de hacer viable el Estado del Bienestar con más demanda sanitaria, más jubilados y un mercado laboral menguante.


Katainen expone el desafío en estos términos: «Según los expertos, para hacer frente a sus pensiones y a su gasto sanitario, Finlandia necesitaría en 2025 casi dos millones de nuevos inmigrantes.Es algo que no ocurrirá nunca. Hoy en día viven aquí 150.000 extranjeros y el año pasado apenas vinieron 12.000».


La inmigración no parece pues la mejor respuesta, al menos de una forma inmediata. Parte de la culpa la tienen dos fronteras invisibles: el frío y el idioma. Ambos hacen de Finlandia un destino poco apetecible pese a su renta per cápita – 35.500 dólares – , su Estado del Bienestar y su inflación de ensueño – 1,9% el año pasado – . Hay un dato que ilustra con plasticidad esta reticencia.La Guardia Fronteriza finlandesa – que patrulla los 1.340 kilómetros de frontera con Rusia – interceptó durante los 12 meses de 2007 sólo 20 inmigrantes ilegales. Dos de ellos mientras cruzaban la frontera en dirección contraria, rumbo a su lugar de origen.


En términos similares a Katainen, se expresa la presidenta finlandesa, Tarja Halonen: «En Europa hemos alentado la inmigración y creemos que es buena, pero no podemos arreglar el envejecimiento con inmigración». El de Halonen es un punto de vista interesante.No sólo porque su edad y sus raíces socialdemócratas la alejan de los jóvenes liberales que rigen el país sino porque conoce de primera mano las raíces del envejecimiento finlandés.


Nos referimos más que a ella a su esposo, Pentti Arajärvi, que este año cumplirá 60 años y es miembro de la llamada generación del baby boom. Es esta explosión de natalidad que siguió a la II Guerra Mundial la responsable de los problemas demográficos de Finlandia. «Nuestros padres hicieron muchos más hijos que nosotros», reconoce Halonen, «pero supongo que fue el producto de una experiencia muy difícil y no queremos volver a vivirla en el futuro. La gente al final tiene los hijos que quiere tener.En las encuestas dicen que dos o tres, pero en la realidad acaban teniendo uno o dos y eso no es suficiente para mantener el equilibrio».


«Cuando nos hemos dado cuenta del problema», dice la presidenta Halonen, «era demasiado tarde. Tener un niño lleva sólo nueve meses, pero uno tiene que esperar unos 20 años antes de que se haga adulto unos 25 antes de que esté preparado para entrar en el mercado de trabajo. No es fácil encontrar soluciones inmediatas».


Parece claro que la respuesta no son más niños ni más inmigrantes.¿Qué hacer entonces? La respuesta del Gobierno de centro – derecha es una triple reforma: de los impuestos, de la universidad y del mastodóntico sector público.


Que nadie espere grandes recortes. Se trata de una reorganización en pos de la eficiencia. El Gobierno busca, por ejemplo, reducir el número de provincias y el de funcionarios y tratar de gestionar la Sanidad de otra manera.


«Nos gustaría que los pacientes pudieran tener cada vez más opciones de seguir su tratamiento en casa, con telediagnósticos y artilugios facilitados por las nuevas tecnologías», dice el ministro Katainen.Una voluntad que ha suscitado tensiones entre las enfermeras, que han ido esta primavera a la huelga.


Tensiones generó también la reforma de las pensiones pero hasta el momento se ha revelado un éxito. El Gobierno elevó tres años la edad de jubilación. A cambio, los trabajadores que trabajen entre los 65 y los 68 años recibirán un extra en sus pensiones.La medida ya ha elevado un año la edad de jubilación y adelanta lo que puede ser el futuro en el resto de Europa. Un continente que envejece, aunque aún no tan rápido como Finlandia.


Una baja maternal de tres años


De todas maneras, no se puede decir que la raíz del problema esté en la renuencia de los finlandeses a tener descendencia. Su media – 1,7 hijos por mujer – está por encima de la de los países de la UE – incluido España, con 1,3 – , en parte por una política de ayudas a la natalidad, que haría relamerse a madres y padres de cualquier otro rincón de Europa.


Los finlandeses tienen derecho a una baja paternal o maternal de cerca de un año durante la que perciben un 70% de su sueldo.A partir de ese momento, las madres tienen derecho a quedarse dos años más en casa cobrando 294 euros al mes y conservando a su vuelta su puesto de trabajo. Por si fuera poco, los padres reciben una subvención de entre 100 y 172 euros por hijo hasta que la criatura cumple los 17 años y diversas ayudas extra para manutención, sanidad y guardería.


Sin embargo, no parece que la tasa de natalidad pueda extenderse mucho más allá. Y tampoco que los poderes públicos vean en ella la solución a la crisis del envejecimiento.

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