MADRID- Hablar de una comparecencia del presidente del Gobierno para informar sobre las decisiones del último Consejo Europeo es hablar de una jornada tediosa en el Parlamento. Ayer no fue una excepción: más de tres horas de debate sobre una cumbre que apenas ha aportado soluciones a los problemas de una Europa bloqueada por el «no» irlandés al Tratado de Lisboa.
Al menos en España, Gobierno y oposición están de acuerdo, salvo matices, en seguir adelante con el proceso de ratificación para que 27 Estados puedan manifestarse sobre el Tratado. Y lo escenificarán hoy en el pleno de la Cámara dando su apoyo al texto. La única novedad es que ayer Rajoy propuso, como ya hiciera CiU, que el Senado se reúna en sesión extraordinaria el próximo mes, y no en septiembre como está previsto, para ultimar la ratificación. Así que, sin apenas diferencias en este ámbito, una parte sustancial del debate de ayer entre el reelegido presidente del PP y Zapatero discurrió en torno a la directiva europea de retorno de inmigrantes ilegales, que prevé un plazo de retención máximo de 18 meses. Rajoy celebró el cambio del Gobierno en esta materia, y elogió también que quiera reformar la normativa sobre reagrupación familiar. Esto no le impidió subrayar las contradicciones del Ejecutivo, a quien acusó de defender una cosa en España y la contraria en Europa. «Yo no le llamaré xenófobo por esto», le espetó en alusión a las críticas que de él recibió cuando propuso el contato para los inmigrantes. Zapatero le contestó que no puede acusarle a la vez de «buenismo» y de «desalmado». Y dijo que las críticas no «son más que táctica y demagogia sobre un tema que tiene detrás tanto sufrimiento». También aclaró que ningún inmigrante verá empeorada su situación judicial con la nueva norma y que algunas cosas de las que había escuchado sobre la directiva eran de una «ignorancia supina». Esto último iba por BNG y UPyD, que compararon la directiva con Guantánamo.