Una inmigración aceptada

Deia, , 25-06-2008

Los vascos ven la realidad de la inmigración con una mezcla de recelo y aceptación que, en ocasiones, es difícil de conjugar cuando se habla de su integración en la red de servicios sociales que ya disfrutan los ciudadanos de Euskadi.

aSOMARSE a los datos que arroja el estudio realizado por el Observatorio Vasco de Inmigración en 2008 requiere de cierta prudencia. Porque intentar analizar lo que siente la sociedad vasca cuando habla de la inmigración que llega a sus pueblos y comarcas requiere de absoluta rigurosidad y respeto. Los datos fríos y reales contradicen siempre en este terreno lo que piensa la sociedad. Más que lo que piensa, lo que siente, puesto que en la mayoría de los casos aquellos ciudadanos que opinan desconocen la realidad. Una sociedad como la vasca mira a la inmigración desde dos puntos de vista diferentes y complementarios. El respeto como seres humanos, como personas, y cierto desprecio cuando cree que ese colectivo se beneficia de ciertas ventajas que ofrecen los países de acogida como Euskadi. Una mayoría de la población exige al extranjero que comparta las costumbres de los vascos como forma de integración más natural, aunque muestra también respeto por la cultura propia del que emigra. Ahora bien. En el sentir colectivo se mantiene con mucha fuerza la sensación que no realidad de que los inmigrantes son favorecidos, en ese afán de integración acelerada, en promociones de viviendas de protección, en ayudas sociales o en la sanidad, por poner sólo tres ejemplos. Una reacción comprensible desde la defensa puramente humana de lo que cada uno cree que le pertenece. En el lado positivo, los vascos ven con buenos ojos la llegada controlada de inmigrantes con garantías de acceder a un puesto de trabajo. Y que éstos se integren en una sociedad moderna aportando su fuerza laboral a un engranaje que, en determinados segmentos laborales, es necesario para proporcionar el necesario relevo generacional o, más sencillo, completar necesidades en sectores laborales que no cuentan entre las preferencias de los ciudadanos vascos. La integración socio-laboral defendida por el Gobierno vasco parece el camino más acertado. El tiempo y este tipo de integración harán el resto y conseguirán cambiar la percepción de invasión que tiene la sociedad vasca, a pesar de ser una comunidad con apenas un 5% de población inmigrante. Medidas a favor de la integración deberán luchar contra la ola de discriminación que parece tomar fuerza en las últimas semanas. No parecen buenos tiempos para los inmigrantes, cuando un novedoso y dañino movimiento antiinmigración comienza a coger fuerza en Europa. Las últimas normas aprobadas por la UE así lo ejemplifican. Se amplían los plazos de retención en centros de internamiento insalubres y que presentan escasas garantías para los derechos humanos. Los gobiernos locales pueden ser capaces de dar la vuelta a esta percepción negativa a través de acciones concretas que la sociedad perciba como beneficiosas para la colectividad.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)