SOCIEDAD
Fogones sin fronteras
La ONG Médicos del Mundo organiza talleres para dar a conocer hábitos alimenticios y platos típicos del País Vasco a los inmigrantes
El Correo,
23-06-2008
Reconocen que la tortilla de patatas resultó elegida por aclamación y que los alumnos prestaron toda su atención para aprender la manera de prepararla según los cánones tradicionales. Angel Cea y Mikel Zuazua fueron los profesores cocineros, tal y como los denominaban sus alumnos, una nutrida representación de la comunidad inmigrante en Vizcaya. Durante varios domingos a lo largo de esta pasada primavera, la ONG Médicos del Mundo ha organizado en su sede bilbaína un taller gastronómico para enseñar a los recién llegados saludables hábitos alimenticios y algunos de los platos típicos del país de acogida.
En las clases se han desentrañado los secretos del marmitako y la merluza en salsa verde, las vainas y el bacalao al pil pil. Los dos maestros, voluntarios de la organización, confiesan que, más allá de las distintas denominaciones, hay muchas similitudes entre las maneras de guisar nativas y las habituales en Latinoamérica, origen de la casi totalidad de los aprendices. «No en vano desde allí llegaron ingredientes tan esenciales de nuestra alimentación como el pimiento y el tomate».
Para la uruguaya Elma Mary Chaves, esta ocasión también supone una forma de reencontrarse con sus orígenes remotos y hallar el sentido de la educación recibida. «Mi padre era de origen vasco y la enseñanza que nos trasmitió nos parecía dura, pero ahora la entiendo», indica. «Por ejemplo la rectitud, ser fiel a la palabra dada. Ahora veo lo que significa realmente ser vasco».
Sin embargo, esta reconciliación con sus ancestros también comporta ciertos sacrificios. Ella proviene de un lugar eminentemente ganadero donde la carne sabe diferente y goza de merecida fama internacional. «Ahí me duele», admite. «Allí las reses se crían de otra manera, fuera del establo, no se les da pienso y se alimentan del pasto. La textura y el gusto del bistec son diferentes, el de aquí no tiene consistencia».
Elma Mary está acostumbrada a repetir que no, que no es argentina, a pesar de su acento idéntico al porteño. Pero ningún ejemplo tan exótico como el de Vladislaw Mun. Posiblemente, muy poca gente podía localizar en el mapa Kazajistán, su país, antes de que lo popularizara la película de Borat.
«¡No hay ni un 1% de verdad en esa historia!», protesta cuando se le menciona al pseudocómico inglés. Su rasgos orientales se crispan cuando lo critica. «¡Todo es mentira! Nos pinta como ignorantes y brutos y somos un pueblo abierto y culto. La gente está muy molesta con la imagen que ha generado».
Es muy extraño encontrar entre nosotros inmigrantes de la gran potencia de Asia Central, rica en recursos minerales. «Aunque no tenemos mar», lamenta, y confiesa que él también tiene que desmentir a quien le confunde con otro miembro más de la abundante colonia china. Sin embargo, según cuenta él mismo, el viaje de Vladislaw no tiene retorno. «Bueno, sí, somos un pueblo próspero, pero alguien tenía que salir, ¿no?».
En el plano gastronómico, nos recomienda el ‘qazy’, un plato proveniente de las zonas rurales de su tierra y que exige una laboriosa preparación. Se trata de salchichas confeccionadas con carne de caballo. Tras dejarla secar durante unos seis meses, se cocina mezclándola con cebolla, patata y zanahoria.
Pero en los talleres de Médicos del Mundo también hay su lugar para la cocina más creativa. La clase práctica se cerró con la ‘tarta rápida y crujiente a la polaca’, una aportación personal de Maja Knopkiewicz. Esta joven eslava asumió la condición de repostera y demostró a la concurrencia la manera de fabricar un exquisito postre con elementos tan sencillos como las galletas maría, la nocilla o el cola – cao de toda la vida..
Los tres voluntarios reconocen que la experiencia resulta agradable. «Compartimos lo que más une a la gente, que es el comer», alegan. Y añaden que, además de explicar los procedimientos culinarios, relatan la historia de cada receta. «En realidad, sólo haces lo que cualquier noche de sábado cuando invitas a cenar a tus amigos».
El hecho de que dos hombres trasteen entre fogones con tanta soltura también es un factor positivo y ejemplarizante. «Porque en Latinoamérica ellos no cocinan. Nos ven, se animan y así también se fomenta la igualdad», aducen.
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