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Nosotros y ellos

La Voz de Galicia, 22-06-2008

Ellos: Ecuador, Bolivia, Paraguay, Uruguay, Brasil, Argentina, Perú, República Dominicana y Haití…; Marruecos, Argelia, Senegal, Camerún y Mozambique…; Filipinas y parte de China e India…

Nosotros: la Vieja Europa, hoy 27, renovada con las nuevas ideologías reinantes en Francia e Italia y apoyados por los países del Este, conmilitones decididos.

Nosotros, la Europa del bienestar económico, de la cultura, de las luces. Ellos, países del subdesarrollo o, al menos, con grandes bolsas de pobreza relativa. Nosotros, países de las revoluciones burguesas, de las declaraciones de derechos y libertades, de la dignidad humana.

Entre ellos y nosotros siempre ha existido un muro, pero esta semana el Parlamento Europeo ha alambrado el muro. Un muro contorneado por la insolidaridad y el desprecio. Un muro que, por ponerlo en palabras del eurodiputado Fava, crea una categoría inferior de seres humanos. Esa alambrada es la directiva aprobada por el Parlamento Europeo que habilita centros de internamiento (eufemismo de cárceles) en donde se les puede tener hasta 18 meses, ocultando que fundamentalmente se trata de una medida coactiva, más que un lugar de espera, para forzar su marcha voluntaria, impidiéndoles volver en cinco años. Al tiempo que los gobiernos europeos y los europeos bramamos y exigimos la inmediata puesta en libertad cuando se trata de uno de nosotros retenido en territorio de ellos. Y también es una alambrada de espino la falta de amparo de los menores inmigrantes no acompañados a los que se puede expulsar a un país extraño, a tutores no familiares.

Partimos de un supuesto: no hay país que aguante la llegada masiva de inmigrantes, y por eso tiene que haber fronteras y controles y regularse el trabajo y las estancias. Pero no todo vale.

Jugamos con la hipocresía consistente de ver con buenos ojos o, mejor, no ver, a los inmigrantes irregulares cuando hay que recolectar cosechas con urgencia o realizar trabajos penosos no queridos, pagando sueldos irregulares, y sin embargo, a la vuelta de la esquina, los perseguimos con todo tipo de anatemas cuando nuestra necesidad desaparece.

No ha sido una semana feliz para los sin papeles que afanosamente se acercaban a la tarta. Y se lo hemos dicho sin ambages: no estamos en el mismo equipo, amigos. Unos somos nosotros y otros son ellos. Jugamos distintas ligas, utilizamos distintas camisetas y nos rigen distintas reglas. Europa, la Vieja Europa, se ha quitado la careta, y tirita de frío ante el miedo a perder, o a tener que compartir, algo de sus riquezas, y ha afirmado sus principios: nosotros somos nosotros.

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