Contra la vuelta de los nazis
Diario de noticias de Gipuzkoa, , 20-06-2008nicolás M. López Calera, compañero de profesión (y de muchas ideas en pro de los Derechos Humanos), ha escrito en el Ideal de Granada un excelente artículo titulado Berlín, una ciudad sin mendigos (1-6-08), que se refiere al entusiasta saludo de la prensa alemana en 1933 a la Ley contra los Delincuentes Habituales Peligrosos. En pocos meses, la Gestapo recluyó en aplicación de esa ley a 10.000 mendigos en centros de custodia preventiva, que se convirtieron luego en los famosos campos de concentración.
La cosa empezó vestida de medidas de seguridad contra los asociales, los excluidos y otras categorías legales que desembocaron en los parásitos del pueblo, a los cuales se añadieron pronto los judíos y comunistas, acompañados por todo el pueblo gitano.
Nada curiosamente, el Gobierno italiano de Berlusconi ha aprobado un pachetto di sicurezza , mediante el cual se considera la inmigración clandestina como un delito castigado con penas de 6 meses a 4 años.
En Italia se ha ampliado a 18 meses el tiempo máximo de reclusión en un centro de permanencia temporal para extranjeros. En España se discute si van a ser 40 días o más los que puede quedar bajo custodia un extranjero, en centros similares, antes de ser expulsado. Y en casi toda la Unión Europea se van adoptando medidas similares contra personas que ¡no han cometido ningún delito! A no ser que lo sea el de ganarse el pan duramente y donde se pueda.
Ante todo eso, Nicolás M. López Calera ha llamado la atención sobre esos centros de reclusión, que no pueden garantizar unas condiciones de salubridad mínimas ni una protección debida de los derechos fundamentales de las personas allí encerradas. Por otra parte, hay que añadir el incremento de la población penitenciaria en España (hace tiempo que se ha rebasado la tremenda cifra de 60.000 personas presas), de las cuales un tercio o más son extranjeras y personas indocumentadas.
En Alemania nazi, lo que primero se llamó seguridad se convirtió luego en defensa del pueblo ario y persecución racial (así como en el exterminio de todo discrepante). En la Italia de Berlusconi, la sicurezza ya ha desembocado en persecuciones racistas del pueblo gitano en las que, vergonzosamente, ha participado una parte de la ciudadanía autóctona (y así se ha televisado).
El miedo al diferente y la invocación de la seguridad a todas horas ha llevado al Reino Unido a aprobar la legalidad de las detenciones (¡sin cargos!) de 42 días. Todo en nombre de la sacrosanta seguridad y de la confianza solicitada por el Gobierno británico a su ciudadanía. Cierto que hay allí riesgos de terrorismo yihadista, pero tampoco son mancas las desmesuradas reacciones de los poderes públicos británicos contra las libertades de todo el mundo. Que la Cámara de los Comunes haya aprobado semejante proyecto contra el habeas corpus y las libertades individuales en el país donde nacieron, y además con un importante respaldo de la opinión pública, debería causar en nuestra sociedad una enorme preocupación.
Pero a los dos partidos principales, PP y PSOE, que ahora se acercan en esta delicada materia de la llamémosle por su nombre represión de la inmigración, lo que les ocupa es ponerse de acuerdo en esa infamia de la expulsión subvencionada y patrocinada por el ministro de Trabajo, así como en poner trabas a la reagrupación familiar.
Todo a tono con los tiempos europeos. No hace tanto la Unión Europea llamó la atención a Austria por incluir en su Gobierno al xenófobo Haider. Ahora todo el mundo guarda silencio ante la presencia de la Liga Norte en el Gobierno de Berlusconi y su deleznable puesta en práctica de la así llamada emergencia gitana.
Casi da miedo pensar en la situación que les va a quedar a quienes no tengan papeles. En los regímenes de semiesclavitud laboral a los que van a ser sometidos. Pero esto no es una historia de puertas abiertas o cerradas, de buenos y malos, sino la constatación de una política europea de inmigración que solamente atiende a la seguridad como los nazis en principio y a los intereses económicos.
Hay que denunciar ese movimiento reaccionario, oponiéndonos firmemente a esa indecente conciencia europea que dice y tomo las palabras de López Calera: “Quedaos en vuestros países y moríos de hambre, o venid en pequeño número según nuestras necesidades económicas y si venís sin papeles (es decir cuando no os necesitemos), os encerraremos u os expulsaremos hasta que os muráis de desesperación y de pena”.
Quiero creer que en Europa y Euskal Herria no estamos solos quienes pensamos que lo primero de todo es la dignidad de todas las personas y los Derechos Humanos.
- Catedrático de Filosofía del Derecho
(Puede haber caducado)