¿Sobran ahora los inmigrantes?

El Día, Desde Dentro Ricardo Peytaví, 17-06-2008

De los papeles para todos a las maletas para todos. Leo en un titular de prensa que el Gobierno de Zapatero quiere repatriar a un millón de inmigrantes. Ya no hacen falta. Ya no hay trabajo para ellos. Ahora constituyen una carga. Patético. Pero no el hecho de que se tengan que ir, sino el abrupto regreso a la realidad de una sociedad la española de la última década y media que se creía rica. La imbecilidad es quizá el peor de todos los males. El ciego es consciente de que no ve y el sordo de que no oye. El idiota, en cambio, rara vez se percata de su triste condición. Y hay que ser realmente cretinos para pensarnos ricos porque construíamos mucho y nos vendíamos a nosotros mismos, y también a algún que otro inversor foráneo, nuestras obras. No es difícil tener un PIB superior al de Italia y presumir de ello, claro si en sólo un año edificamos más que en ese país, Francia y Alemania en su conjunto. Pero el negocio del ladrillo tiene un límite. Hace tres días publicaba este periódico que el suelo ocupado en Canarias por infraestructuras y edificaciones ha aumentado un 34 por ciento en los últimos ocho años. Hombre, todavía no se ha agotado el espacio. En Tenerife, por ejemplo, quedan las medianías lo que queda de ellas, la corona forestal y el propio Parque Nacional del Teide, que no por mucho patrimonio de la humanidad va a quedarse sin su cuota de ladrillo.

No, señores; no. Paco el pocero un señor, al parecer, con amigos por estos alrededores no es Nelson Rockfeller. Siento mucho respeto por los genios de los negocios, pero son pocos. La excelencia intelectual no abunda; en caso contrario no sería excelencia. De la misma forma, hay empresarios serios, conocedores de sus posibilidades y de la capacidad de aguante del entorno. Es decir, conscientes de lo que se puede y no se puede hacer sin hipotecar el futuro. Tanto el de ellos mismos como el de los demás. Aunque les ocurre igual que a los genios: son pocos. La mayoría de los que se han enriquecido estos años, tanto en Canarias como en el resto de España, constituyen una caterva de aprovechados que han tenido suerte en unas circunstancias favorables. Como el pardillo que va al casino, juega a la ruleta, gana un millón y se considera un experto del asunto. El tiempo no tarda en ponerlo de nuevo en su sitio.

Algo parecido ha ocurrido en España. Hace un año, el Gobierno del talante nos decía que la inmigración era esencial para consolidar el desarrollo económico y asegurar, entre otros asuntos, el futuro de las pensiones. Cada día alguien nos explicaba, con la condescendencia de quien debe enseñarle la teoría de la relatividad a un macaco, que sin los emigrantes no estaríamos creciendo uno o dos puntos más que la media de la UE. ¿Y ahora qué va a ocurrir? O, cuestionado de otra forma, ¿quién tenía razón, Caldera o Corbacho? ¿Erraban los que auguraban que los papeles para todos suponían un error, o se equivoca el actual ministro de Trabajo, cuando les facilita un puente de plata a los que desean volver a su país? Convendría que alguien lo explicase. Incluso que lo explicase el propio Zapatero, aunque lo dudo. Al presidente le han aconsejado que no dé la cara, porque callado está más guapo. Y es lo que está haciendo.

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