Obama resucita el «black power»

ABC, 15-06-2008

POR ANNA GRAU CORRESPONSAL

NUEVA YORK. El mítico «black power», el poder negro norteamericano, ha salido de la utopía para hacerse realidad. Esto demuestra que los tiempos han cambiado, y rápido. Martin Luther King Jr. tenía un sueño, Obama tiene un despertador. Su función es transitar de los luchadores civiles de los años sesenta a las emergentes élites negras. A los jóvenes dirigentes formados en las mejores universidades y empleados en las mejores empresas y bufetes de abogados, acostumbrados a triunfar tanto o más que los blancos. Que acaban teniendo más ganas de votarles que los mismísimos negros.

Las relaciones entre raza y política en los Estados Unidos han sido una montaña rusa. Primero los blancos preponderaban cruelmente sobre los negros, sumisos sin esperanza. Después vino la promesa de libertad más que la libertad misma, el paso de esclavos a parias, la rebelión, el odio. Malcolm X desprecia a Martin Luther King Jr. por predicar la buena vecindad entre blancos y negros. Del blanco no hay que esperar nada, predica el líder negro metido a musulmán que en la cárcel lee el «Paraíso perdido» de Milton y, cómo no, se identifica con Satanás.

Son los tiempos de la ira. Los líderes negros no aspiran a liderarse más que a ellos mismos. No buscan el poder sino el orgullo. Acuñar la dignidad negra.

Un alcalde negro

Entre tanto, la Historia sigue su curso inexorable. Hay negros en Princeton y en Harvard, hay negros en Wall Street. Con cuentagotas van accediendo a las cámaras legislativas y a la magistratura. En 1967 Carl B.Stokes gana la alcaldía de Cleveland. Es el primer negro que gobierna una ciudad grande. Ya lo había intentado en 1965 y había fracasado. Los mismos negros decían que no podía ser, que «aún no era tiempo».

Lo recuerda para ABC el que era «el» asesor blanco de Stokes, Kenneth McGee, quien subraya que Stokes ganó en las municipales de 1967 porque logró convencer a suficientes blancos de Cleveland de que él podía ser el alcalde de todos y superar la división racial. Y consiguió eso sin perder su «magia» negra.

En su libro «Eyes wide tight» (Ojos fuertemente cerrados), McGee rememora la emoción que sintió acompañando a Stokes y su mujer en un paseo en coche descubierto durante la campaña. Recibían los saludos y vítores normales hasta que la caravana pasó a la altura de un niño negro de unos diez años que, cuando vio al candidato, se quedó de piedra. «Pero si es…¡si es negro!», gritó la criatura, asombrada con todas sus fuerzas. Y enloqueciendo de alegría, empezó a correr detrás del coche, sin dejar de gritar: «¡Es negro, es negro, es negro!».

Es significativo que McGee se emocionara casi más que el mismo Stokes. La raza, que para los negros ha sido una cruz, es para muchos blancos un símbolo de buena voluntad política. McGee cree que la pegada electoral de Obama puede ser más fuerte aún «entre los blancos idealistas que entre los negros». Y vaticina que no es casual que su candidatura se concrete inmediatamente después de George W. Bush. «Bush ha decepcionado, ha irritado a tanta gente que ha acelerado un par de generaciones las ansias de cambio», afirma.

Discurso inclusivo

Obama sería la punta de lanza del nuevo poder negro, cuyo perfil es: en general – aunque no siempre – demócrata, menor de cincuenta años, sin experiencia directa en el activismo social de los sesenta, se mueve como pez en el agua en el establishment, tiene raíces afroamericanas pero a la vez algún elemento diferencial que universaliza su mensaje y hace su discurso inclusivo.

Es el caso del nuevo gobernador del estado de Nueva York en sustitución de Eliot Spitzer, David A. Paterson, que además de negro es invidente. Su madre era descendiente lejana de esclavos del Sur pero su padre, jamaicano, fue senador, secretario de Estado y teniente de alcalde de Nueva York.

También está Cory Booker, amigo íntimo de Obama y alcalde de Newark, en New Jersey. Éste es negro y judío. Sus padres fueron de los primeros ejecutivos negros que hubo en la empresa IBM. Cuando Booker decidió pujar por la alcaldía de Newark, su reto fue ganarse la confianza de la resentida comunidad negra local, convencerles de que no era un lobo blanco con piel de oveja negra.

¿Cómo lo logró? Pues demostrando día a día que lo mejor que un munícipe negro puede hacer por su votante negro no es escupir sobre las tumbas de los blancos sino conseguir más inversiones, mejores escuelas y más seguridad en las calles.

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