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Regresión social

La Voz de Galicia, 12-06-2008

Uno de los personajes de la novela de Vasili Grossman, Vida y destino , reflexiona ante la barbarie nazi constatando con estupor que, aunque el proceso de evolución había llevado millones de años, habían bastado pocos días para hacer el camino inverso, el camino que va del ser humano a la bestia sucia y miserable, desprovista de nombre y libertad.

En la Europa comunitaria hoy, salvando las distancias, asistimos sorprendidos e impertérritos a una involución en los derechos y libertades sin precedentes. Hace unos días se ha aprobado una directiva para los inmigrantes irregulares, pendiente del Parlamento Europeo, que permite prolongar hasta 18 meses la estancia en un centro de internamiento (eufemismo de cárcel) para preparar la expulsión de los extraños de la Europa rica, de un inmigrante en situación irregular: sin papeles. Y sorprende porque la vieja Europa ha creado desde la Revolución francesa hasta aquí los Derechos del Hombre y del Ciudadano y ha establecido garantías como la de no poder permanecer detenido a disposición administrativa más de 72 horas, y en cambio a un inmigrante, sobre el que pesa exclusivamente la certeza de su irregularidad, se le puede privar de su libertad 12.960 horas, ¡solo 180 veces más que a un nacional detenido por sospechoso de delito!

Pero como las desgracias nunca vienen solas, el pasado lunes los ministros de Trabajo de la Unión Europea, con la oposición de España, aprobaron una directiva que eleva el límite de la semana laboral de 48 a 60 horas (65 en profesiones especiales como los médicos).

Las jornadas de trabajo esclavistas y sin límite de horas ni edad encontraron su punto de inflexión en el acuerdo de la Organización Internacional de Trabajadores que en 1917 fijó la jornada laboral máxima en 48 horas, y nos parecía que eso ya se había ganado y que el progreso llevaría siempre a rebajar y nunca a aumentar.

Pero las cosas no son así. Asistimos a una vuelta del liberalismo a ultranza que discurre por Europa de mano de los países que han cambiado su orientación política (Francia e Italia) y que tiene como conmilitones a los nuevos socios provenientes del Este. Ellos han inclinado la balanza y se ha aprobado la nueva directiva con facilidad.

Solo queda la corrección que pueda hacer el Parlamento Europeo, pero de ser aprobada la directiva como ha salido, empresarios y trabajadores podrán pactar la jornada caso a caso – la norma permite, no impone – , lo que en época de crisis no es difícil imaginar el resultado. No es pequeña la puerta que se abre.

El principio de irrenunciabilidad de los derechos de los trabajadores, que tan buen resultado ha dado y que ha propiciado la paz social, es un logro también irrenunciable. En juego está el Estado social que tanto ha costado conseguir.

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