Una banda utilizaba a niños para atracar joyerías con una bayoneta de Kalashnikov
ABC, 10-06-2008GUILLERMO D. OLMO
MADRID. El nombre de la operación puede engañar: «Peluche». No se trata de una operación contra el tráfico de juguetes, no. El asunto es mucho más grave. Los 13 integrantes de la red delictiva, la mayoría chilenos, utilizaban a niños para que cometieran robos tanto en establecimientos como en el interior de viviendas. Y no se andaban con chiquitas, por ser menores de edad: una de las armas que utilizaban para intimidar a sus víctimas era nada menos que la bayoneta de un fusil Kalashnikov.
La Guardia Civil, con estas detenciones, considera esclarecidos los robos en 27 viviendas tanto de la Comunidad de Madrid como de la provincia de Toledo. Se calcula que este grupo delictivo podría estar implicado en, al menos, cien «palos» en ambas zonas, indicaron fuentes de la Guardia Civil. La investigación arrancó el pasado verano. El repunte de robos en zonas exclusivas de Las Rozas, Villaviciosa de Odón, Majadahonda, Boadilla del Monte, Villanueva de la Cañada, Rivas Vaciamadrid, Griñón, y en dos localidades toledanas era más que preocupante.
Y todo hacía pensar que los hechos habían sido perpetrados por miembros de un mismo grupo, a tenor de su «modus operandi»: seleccionaban las viviendas, que solían ser casas unifamiliares o chalés, aprovechando que no había nadie en su interior. Luego, forzaban una puerta con palanquetas, accedían por ventanas correderas o forzaban el bombín de las cerraduras. Ya dentro, no eran los clásicos chapuceros que arramplaban con todo. Eran sibaritas: las joyas les perdían, pero también los electrodomésticos y coches de lujo. No en vano, otras de sus víctimas eran las joyerías. Ahí sí que empleaban la fuerza y la intimidación, incluida la bayoneta del famoso fusil. Aprovechaban las horas en las que no había clientela, entraban y, atemorizando a sus dependientes, se llevaban las mantas de joyas de los expositores.
En todo esto hay un denominador común: no solían buscar el dinero directamente. Por lo tanto, aquí es donde entraba una nueva integrante del clan: la receptora de las joyas y efectos de gran valor, pieza clave en un clan que no manejaba dinero, sino objetos de gran cuantía. Se trata de E. A. R., colombiana de 35 años, encargada de buscar entre sus contactos a los peristas, a quienes vendía la mercancía a un precio muy inferior al original. Así se cerraba el círculo.
La infraestructura personal y logística de la banda iba mucho más allá. Probablemente conscientes de la legislación en materia de menores, pagaban a los niños el viaje de ida y vuelta a su país, así como su manutención durante el mes y medio que duraba la «campaña». Es decir, que venían, daban hasta cuatro golpes al día, y retornaban.
Los detenidos acusados de perpetrar los robos son cinco chilenos de entre 18 y 30 años, además de dos menores de edad. También había tres mujeres – una chilena, una argentina y una española – que se encargaban de la entrada y salida de los delincuentes; además de la receptadora ya referida y otra menor, que viajaba de manera esporádica con los arrestados en el marco de la operación «Peluche». Siete de los 13 arrestados están ya en prisión.
(Puede haber caducado)