Inmigración, escuela y xenofobia

El Periodico, JOSEP Oliver, 22-05-2008

Una demanda de mayor dureza con la inmigración explica parte de la reciente victoria electoral de la derecha italiana. Y los brotes de racismo y la presión de la policía sobre algunos extranjeros indican que Italia se desliza por una peligrosa pendiente en sus relaciones con los recién llegados.
Aquí el Síndic de Greuges acaba de denunciar la existencia de una concentración escolar inmigrante, excesiva a todas luces, en ciertas escuelas públicas. Y ha alertado de los riesgos que puede acabar generando para nuestra convivencia.
He defendido públicamente la necesidad de cuidar con mimo a los menores inmigrantes, disper – sándolos en distintas escuelas, para incentivar un proceso de integración que la guetización residencial hace difícil. Pero soy consciente de que no es fácil una solución que integre la libertad de decisión individual de los padres con la necesidad colectiva de una adecuada incorporación de la inmigración. Y también me consta la voluntad del conseller Ernest Maragall de abordar un problema que, además, recae mayoritariamente sobre las espaldas de la red pública.
No obstante las tensiones potenciales que plantea nuestro modelo de convivencia con la inmigración, es necesario destacar la solidez moral de una sociedad que ha vivido, con gran naturalidad y respeto hacia los recién llegados, un verdadero choque poblacional.
Hace unos días me lamentaba del espectáculo ofrecido por todos en el tema del agua. Hoy hay que reconocer, con la misma rotundidad, que nuestro país está mostrando una destacable tolerancia en la integración cultural y econó –
mica de la inmigración. Tolerancia que se contrapone a las endurecidas posiciones que soplan desde Europa, y de las que Italia no es más que una punta de lanza.
Pensando en el largo plazo que nos conviene, en los intereses colectivos de Catalunya, es aconsejable profundizar en nuestra peculiar vía de pacto con la inmigración. La xenofobia, además de un crimen moral horrendo, hipoteca el crecimiento social y económico y, por ende, es también una supina estupidez.

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