crónica

«No nos van a echar por miedo»

La Voz de Galicia, Jaime Velázquez, 22-05-2008

Los gitanos de O Vao realojados en Caritel aseguran que las esvásticas y pintadas racistas no van a conseguir sacarlos de su casa. «Es cuestión de principios», dicen

Los gitanos de O Vao realojados en Caritel aseguran que las esvásticas y pintadas racistas no van a conseguir sacarlos de su casa. «Es cuestión de principios», dicen

¿Qué tipo de personas se arman de brochas y cubos de pintura, y aprovechan la oscuridad para llenar un pueblo con esvásticas, cruces del Ku Klux Klan y mensajes xenófobos? Eso es lo que se preguntan los ochenta vecinos de la pequeña localidad pontevedresa de Caritel, en Ponte Caldelas, donde se encuentran realojadas dos familias del poblado chabolista de O Vao.

La villa amaneció el domingo inundada de marcas nazis y racistas, especialmente en las inmediaciones de la casa donde viven los gitanos. Todos desaprueban la acción, pero nadie parece saber nada. Decenas de pintadas de gran tamaño, realizadas con brocha; un trabajo de horas, en las calles de un tranquilo pueblo lleno de miradas y ventanas, y, sin embargo, nadie vio nada.

Miguel Montoya Giménez, uno de los afectados, tampoco lo vio. Asegura que minutos antes cortaron la luz del alumbrado público. «Estaban manifestándose delante de la casa, como hacen todas las noches de los viernes y los sábados. Se quedan tranquilos mientras está la Guardia Civil, pero a los veinte minutos se va la patrulla y entonces empiezan los gritos y los insultos. ‘’¡Fuera gitanos, no os queremos aquí!’‘, ’’¡Esa casa no es vuestra!’’. Nosotros estamos de alquiler y pagamos la casa como todo el mundo», resume.

«De repente – continúa recordando Miguel Montoya – , llegó un chico con un mono azul y cortó la luz. Tuvo que ser un electricista, porque hay que saber hacerlo, porque te puedes quedar en el sitio. Quedó todo a oscuras. Mi mujer y yo, con los niños, estuvimos toda la noche en vela; teníamos miedo de que fueran a quemarnos la casa o algo».

A la mañana siguiente, con la luz del día, vieron las pintadas a la puerta de su casa. Miguel abre la cancilla y camina hasta pararse sobre una de ellas. «¡Han hecho hasta la cruz de los nazis!». «Pero no nos van a echar por miedo. ¿Dónde quieren que nos vayamos? Esta es la única casa que tenemos; además, ya es cuestión de principios».

El gitano continúa andando. Ahora pisa una pintada que pone «Non integración». «Los que se manifiestan son la gente de seis casas. Les voy a denunciar. Lo malo es que llevan capuchas o se esconden detrás de las pancartas cuando intento hacerles una foto y no tengo los nombres de quienes son. Pero el resto del pueblo está a nuestro favor. En la feria de Ponte Caldelas la gente me viene a comprar y me dicen ‘’no te preocupes que se va a acabar, son gente que están atrasada, viven en otro siglo’’. Yo cuando vienen a manifestarse bajo las persianas y pongo la tele».

Una localidad dividida

El realojo de las dos familias chabolistas mantiene dividido a Caritel. En un bando, los que están en contra de las familias. En el otro, todos los demás. Al menos eso es lo que dicen la mayoría de los vecinos que uno se encuentra en las calles y bares de la villa. «Son cuatro y otros tantos que les siguen», afirma Antonio Fernández, regente del bar de la asociación Alborada. «Aquí no somos racistas, aquí entra un gitano como cualquier otra persona. Pero los que se manifiestan son tremendos. O estás con ellos o estás contra ellos. A nosotros nos han dicho que nos van a quitar la concesión porque dejamos entrar a los gitanos».

Respecto a las pintadas, los que se oponen al realojo aseguran que fue gente de fuera. Los otros no dudan de quiénes fueron los autores. «¿Quién va a venir de fuera a hacer esto?», se pregunta Nelo, un joven de la localidad. «Esto es una vergüenza. Están dando una imagen del pueblo preciosa. Esto al final va a acabar mal».

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