FESTIVAL DE CANNES
Una desoladora autopsia de la desesperación
El Mundo, , 20-05-2008Los hermanos Dardenne, ganadores de dos Palmas de Oro, firman ahora ‘El silencio de Dorna’, la sórdida historia de una emigrante albanesa en Bélgica Fue Borges el que imaginó la historia entera de la literatura contenida en una única palabra. Un solo vocablo en el que cupiera desde sus cimientos la biblioteca de Babel, todos los libros posibles.
Todas las combinaciones de sílabas, palabras, frases, párrafos… encerrados en una única sucesión de fonemas. Los hermanos Dardenne, desde la otra punta del planeta y con el cine como herramienta de trabajo, llevan años dándole vueltas a una pregunta similar: ¿cuánto se puede desnudar un simple movimiento de cámara para, con los menos elementos posibles, conseguir el máximo? ¿Cómo se las puede arreglar uno para hacer que quepa la historia entera del cine en un plano detenido sobre un rostro? Complicado meter todo un transatlántico en una botella.
Las casualidades, sin embargo, a veces, resuelven problemas. Un día antes, la inmensa maquinaria de la industria hollywoodiense ofrecía en Cannes su particular versión de la biblioteca imaginada por el argentino. Indiana Jones y el reino de la calavera, es, en efecto, la película que por acumulación (de presupuesto, estrellas, marketing, talento, ruido y furia) guarda en su vientre todas las claves que han definido el cine como la mayor herramienta de entretenimiento inventada por el hombre. Ayer, los belgas, además de hermanos, Dardenne presentaron Le silence de Lorna (El silencio de Lorna) y el constraste se antojaba revelador.
Los directores de La promesa (1996) o de las Palmas de Oro Rosetta (1999) y L’enfant (2005) regresaban a la competición con una película construida sobre el vacío. Estamos hablando de unos tipos que pertenecen a un grupo bien selecto. Sólo Francis Ford Coppola, Emir Kusturica y Bille August pueden presumir en el bar de su barrio de poseer por duplicado el máximo galardón que concede el primero de los festivales de cine. Pues bien, Jean – Pierre y Luc, así se llaman, quieren batir un récord con un retrato desnudo de la emoción desnuda.
La idea es limpiar el objetivo de referencias, hacer desaparecer las emociones, huir de lo accidental. En la megaproducción de Spielberg, el que mira se reconoce a sí mismo como el espectador que fue de las viejas películas de aventuras: todo son referencias al pasado, a las emociones primarias de la infancia, tanto la del cine como la del propio público. Los Dardenne proponen justo el juego contrario. El espectador se ve impelido a construir (nada le es dado) el recorrido anímico de una protagonista que flota en una extraña nada de emociones. Lorna es una emigrante albanesa en Bélgica. Para conseguir los papeles accede a un matrimonio por interés con un toxicómano. En realidad, se trata del primer eslabón de un sucio negocio. Una vez conseguido el DNI occidental, ella se convertirá en el puente, asesinato mediante, para que un ruso se haga con los papeles de europeo.
Los hermanos siguen sin moverse de su mundo: otra vez el desempleo, la inmigración, el nacimiento de la conciencia y, por supuesto, la voluntad de redención. Sin embargo, esta vez la cámara se relaja y se distancia del tono nervioso del documental, los planos se detienen.
Rodada en la ciudad de Lieja, lejos del antibucolismo provinciano de sus anteriores trabajos, la aventura de Lorna (una actriz reclutada en Kosovo y que aprendió francés en dos meses) es una fría disección de la desesperación. El momento en el que se anuncia la muerte de su marido (instante que cambiará toda su vida) es el mejor ejemplo de cómo cargar de significado una secuencia. No ocurre nada.
Sólo una muerte. Brutal. «La historia», dijo Luc Dardenne, «trata sobre una mujer que tiene todas las razones del mundo para estar desesperada y, sin embargo, continúa creyendo que todo es posible. ¿Cómo sin creer en Dios se puede creer en todo?». O cómo meter la mayor de las preguntas en un único gesto. El cine entero en un plano.
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