Donostia. Curtido en decenas de trabajos desde que a finales de los 90 comenzó su vida laboral en Murcia tras partir de Marruecos, Rachid ha conocido de primera mano las precarias condiciones en las que trabajan decenas de inmigrantes en las obras del cinturón donostiarra.

Afincado en Euskadi desde hace algunos años, Rachid se ha desplazado de un sitio a otro para buscarse la vida durante una década. Recolector de hortalizas en Levante, hostelero, encofrador o albañil han sido algunos de los empleos que ha desempeñado. La actividad de la construcción le ha conducido por ciudades como Zaragoza, Castellón o Palma de Mallorca, si bien estos últimos meses su vida se ha centrado en tierras guipuzcoanas, donde ha tomado parte en obras en pabellones industriales y también en carreteras, según explica a este diario.

Rachid, sin embargo, no había sufrido unas condiciones laborales tan extremas como las vividas en el nuevo vial que circunvalará Donostia, donde ha trabajado para una empresa subcontratada por las constructoras y que “trae a su gente de por ahí, que no tiene ni idea”.

“Me han tratado mal. Nunca me había encontrado unas condiciones tan pésimas”, se lamenta este hombre.

Este obrero explica que ha “notado racismo” por parte del encargado de la obra y que, si haces algún comentario por la dureza del trabajo, “te dicen que te calles” porque “saben que necesitas el dinero”. “Te están mirando, controlando desde el coche aparcado de frente”, recuerda este inmigrante magrebí.

El horario laboral llegaba a las once horas diarias de lunes a sábado y, algunas semanas, se extendía hasta el domingo a la mañana.

“Tengo la espalda abierta de trabajar, estoy hecho polvo, duermo mal. Me pasaba días y días más de 10 horas con una taladradora. Ese trabajo debería hacerse entre tres o cuatro personas, pero estaba yo solo”, detalla Rachid.

En su caso, cobraba 13 euros por hora y, según explica la empresa le sumaba menos horas de las que realmente estaba en el puesto de trabajo.