SABATINA SABATICA

El dilema

El Mundo, MANUEL HIDALGO, 17-05-2008

La cuestión de la inmigración es ya crucial y va a ser decisoria y transformadora en los próximos años. El nuevo horizonte revolucionario, parte de la crisis futura del capitalismo, el alumbramiento de las inminentes ideas de cambio político, la quiebra de la paz social, el escenario de la renovada lucha de clases, la superación del cuestionamiento de los fundamentos del humanismo cristiano (derecha) y del principio de solidaridad (izquierda), el ya perfilado giro hacia el conservadurismo de los electorados y muchas cosas más tienen que ver con la inmigración.


Berlusconi da caña a los inmigrantes – como Sarkozy – , la conciencia ética de la izquierda patalea y rechaza los síntomas de xenofobia, pero el temblor de tierra que se vive no permite analizar el problema desde un suelo asentado.


Hay un conflicto de intereses que no se puede eludir: en las zonas burguesas de la ciudad europea, sus habitantes – en el campo empresarial o doméstico – utilizan a los inmigrantes como mano de obra asequible para sus necesidades y no perciben el impacto de su presencia, sino su utilidad. En las barriadas y periferias obreras – los inmigrantes viven allí – , la antigua clase trabajadora constata la incidencia de su irrupción como competencia en el terreno laboral y como conflicto de convivencia que se da, por razones diversas, en el colegio de los niños, en las calles o en el bloque de viviendas.


Ni los ilustrados progresistas de izquierda – que viven en zonas céntricas o en periferias residenciales – , ni la derecha burguesa asentada – que vive en los mismos sitios, con diferencias de matiz – perciben el día a día del problema.


La izquierda política recurre a su patrimonio ético para evitar las medidas xenófobas, mientras que la derecha política – que ahí olvida su presunta influencia cristiana – se hace populista para conectar con el malestar real de los habitantes del extrarradio. Esto es Berlusconi. ¿Qué pasa? Que, como ya dije, la izquierda política asiste atónita al fin de su hegemonía en los diversos cinturones rojos y que la derecha política – ya ha ocurrido en varios países europeos – encuentra, también con asombro, nuevos caladeros de votos en un mar que le había sido refractario: los barrios obreros.


Principios éticos o pragmática electoral, he aquí el dilema que se presenta para los próximos años. La sostenibilidad de lo primero requiere una pedagogía diaria que sólo puede dar frutos (los mejores) a medio plazo. El pragmatismo (sin esencia moral) da resultados a plazo más breve. El problema exige complejas soluciones: posicionamiento público de líderes del pensamiento ético, diálogo entre derecha e izquierda para no tomar unilateralmente posiciones de ventaja, reflexión colectiva e interclasista sobre cómo afecta el fenómeno a los diferentes estratos sociales, medidas económicas supraestatales de alcance global con incidencia sobre los países de los que procede la inmigración. Desde un punto de vista ético no hay dilema: el otro es tu semejante. ¿Y cómo se concreta eso entre la suficiencia y la carencia, entre la tranquilidad y el conflicto?

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)