Vuelta la burra al trigo

El Periodico, IÑAKI González, 30-04-2008

La frase la utilizaba mi abuela materna como latiguillo de sabiduría popular para expresar el hartazgo que le producía un debate recurrente. Yo, que era de una insistencia recalcitrante como todos los niños – – espero – – , volvía una y otra vez a los mismos asuntos trillados y descartados cada vez que me daban rienda suelta. “Y vuelta la burra al trigo”, decía entonces la abuela Bea, que llegó a centenaria. Ella no conoció a Francisco Camps ni a Mariano Rajoy, pero seguro que después de escuchar el rescate del primero de la propuesta de contrato de inmigración del segundo remataría su eslógan con un suspiro.
El “compromiso de integración” que baraja la Generalitat valenciana suena ya a debate viejo. Más allá del hecho de que las políticas de inmigración no le correspondan, lo que denota la iniciativa del que hoy es valor en alza y uno de los barones de más peso en el PP es un modelo maniqueo de nosotros versus ellos.
Cierto es que las costumbres y tradiciones culturales merecen un cierto grado de defensa frente al riesgo de colonización cultural. Pero tiene un punto de broma que la globalización de costumbres importadas por internet y el medio audiovisual preferentemente desde el mundo anglosajón nos hayan llevado a pasar las tardes de los sábados en un centro comercial, alejados del sol y el aire libre, deglutiendo hamburguesas o arroz tres delicias bajo la protección de la luz artificial y el aire acondicionado y la amenaza la veamos en el hecho de que un señor rece siete veces al día.
No me opondré a la defensa de tradiciones, lengua o expresiones culturales originales. Pero no me siento más tranquilo porque mi vecino magrebí aprenda a bailar el aurresku o la compañera de pupitre de mi hijo, de origen rumano, quiera ser fallera mayor. Ni más intranquilo por que el primero no coma carne de cerdo o la segunda hable en rumano con su madre. Las normas de convivencia son otra cosa. La legislación vigente es otra cosa. La exigible garantía de derechos y libertades también es otra cosa y el compromiso de integración no tiene nada que ver con todo ello.
Y ya, si buceamos en la iniciativa y vemos que se dirige a los extranjeros extracomunitarios, el absurdo es completo. Tanto como para que en no pocos locales de áreas turísticas solo le atiendan a uno en alemán o inglés, por poner el caso, o le sirvan para desayunar alubias en tostada. Se te pone cara de “bienvenido Mister Marshall” pensando en que hay un colectivo de extranjeros cuyas costumbres merecen reverencia ya que hay que satisfacerle como cliente y otro que resulta sospechoso de atentar contra las tradiciones de un modo inversamente proporcional a su poder adquisitivo. Sí abuela, sí: vuelta la burra al trigo.

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