DEBATE. Convivencia y libertad

Identidad borrosa

La Vanguardia, Magí Panyella, 24-04-2008

Cuando las personas responden a la pregunta ¿quién soy yo? con la instrucción de que contesten varias veces, suele aparecer en primer lugar una referencia al sexo masculino o femenino y, en segundo lugar, a la identidad de pertenencia. Esto no es casualidad; esta descripción tan sucinta como importante del autoconcepto, del “sí mismo”, es la consecuencia de la identificación con un modelo sexual y con un modelo grupal y colectivo. Si bien la primera respuesta es más concreta que difusa y, digamos, producto de una lógica binaria, la segunda es mucho más borrosa, mucho más interpretable como una cuestión de grado. Esta comparación entre respuestas, es un buen ejemplo de cómo el concepto que tienen las personas de sí mismas está formado por facetas individuales y aspectos más sociales que interaccionan unos con otros. Los segundos conforman lo que en ciencias sociales se llama identidad social, uno de los conceptos más importantes para la convivencia y estructuración de las sociedades.

La identidad social es la parte del autoconcepto que deriva del saberse miembro de un grupo o grupos sociales, junto con la significación emocional ligada a dicha pertenencia. No es una “cuestión”, si por cuestión entendemos algo dudoso o discutible; es una parte importante de cada uno de nosotros. Ni “cuestión identitaria” pues, ni la que le sigue: “problema identitario”, a no ser que se pretenda cuestionar a los poseedores de ciertas identidades, que es lo que realmente ocurre. Y ocurre que adoptando un modelo defensivo privilegian a su propio grupo social frente a los otros. Ya tenemos al nosotros frente al ellos y el inicio de conflictos políticos y socioculturales, que vendrán marcados por las relaciones de poder entre grupos sociales que se identifican en algún grado con una identidad determinada. La gestión de estos conflictos está entre los aspectos más importantes que tener en cuenta para la convivencia, lo cual sólo es posible si se atiende a su borrosidad. Es decir, ¿en qué grado se identifican los miembros de un colectivo con este? ¿Qué posibilidades de negociación y aceptación del otro permite? Hace falta más conocimiento e investigación y sobra cuestionamiento y confrontación en temas como la inmigración o el modelo de Estado. Así nos va.

M. PANYELLA, profesor de Psicología Social, Universitat Pompeu Fabra

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