Los vecinos de l´Hospitalet valoran la política municipal
"La convivencia existe y ya está"
La Vanguardia, , 17-04-2008RAÚL MONTILLA – L´Hospitalet
Rafael toma el sol en la plaza Espanyola de la Torrassa de l´Hospitalet. Lugar mítico de la ciudad. principios del siglo XX, de allí es donde se construyeron las casas – por llamarlas de alguna forma- de los murcianos y valencianos que emigraron a la ciudad masivamente para trabajar en las obras del metro. Rafael llegó a l´Hospitalet hace 47 años, desde Málaga. Formaba parte de la segunda emigración masiva que se produjo en los años 60 y 70. Hay unos 50.000 andaluces de primera generación. “¿Convivencia con los inmigrantes? Esta es una ciudad de emigrantes. Nadie mejor que la gente de aquí sabe qué es eso”, dice Rafael con una sonrisa, al lado de Fidelia, compañera esporádica de sus tertulias con otros amigos. Ella es boliviana. Hospitalense desde hace dos años. “Quizás lo que facilita más la convivencia es el carácter de la gente de acá”, explica.
Ninguno de los dos conoce la doctrina Corbacho sobre inmigración, pero valoran la convivencia. Y hablan bien del Ayuntamiento. Pero en una ciudad de 260.000 habitantes hay muchas opiniones y dependen mucho del barrio donde se vive. En el centro de l´Hospitalet, o en los barrios del sur, la inmigración se percibe vez cada vez menos como un problema y se asegura que sí se han hecho cosas. En los barrios del norte, donde se concentra la mayoría de la población inmigrante – en tres escuelas se supera el 80% de alumnos extranjeros-, se tiene una visión más pesimista de la inmigración y de su integración. Se es mucho más crítico con la gestión del fenómeno que con las personas. Y se opina que se podía haber hecho más, aunque no se suele decir cómo. Los más críticos suelen ser los más jóvenes, a menudo hijos de esos andaluces de primera generación que viven todavía en la ciudad.
“No soy muy amiga de los socialistas. Yo opino que la convivencia no es buena, que los inmigrantes hacen lo que quieren. La culpa no es del alcalde. Pero siempre se puede hacer más. Se necesitan más leyes, más regulación”, explica Sonia, justo delante del mercado de Collblanc, con un cierto temor a ser tachada de racista.
Los inmigrantes no suelen opinar y, si lo hacen, optan por hablar bien. “Nosotros hemos tenido ayuda por parte del Ayuntamiento. Sí que hacen un seguimiento de cada caso y nos han dejado claros nuestros derechos y también obligaciones”, explica Pablo, de 35 años. Llegó a la ciudad hace diez años desde
Ecuador y su hija pequeña, de seis, ya es de l´Hospitalet. “Aquí me encuentro bien. Normalmente no tienes problemas con la gente. Es muy abierta”, asegura.
Tampoco es difícil oír testimonios enrabietados. “Aunque duela, los latinoamericanos son unos irrespetuosos. Los africanos suelen ser unos delincuentes, y los orientales no crean problemas siempre que tú no se los crees a ellos, pero no se integran”, explica José Luis en la barra de un bar próximo a la plaza Espanyola, ahora regentado por dos mujeres chinas. “Y yo estoy con una argelina, una africana, pero también hay buenos. Aunque pocos. ¿Y Corbacho qué ha hecho? No lo sé”, añade. Una de las camareras asiáticas pone cara de extrañada al ser interrogada: “No entiendo”. La otra camarera asiática se pone a hablar de pronto por el móvil. “No hay integración”, espeta José Luis.
En los barrios del norte de l´Hospitalet se hace mucha vida en la calle. Las tertulias son habituales. “Quien diga que la convivencia es buena miente. Existe y ya está. Y depende mucho del vecino que te toque. Problemas en la calle se pueden dar, pero sólo en sitios concretos. Yo sí que he llamado a la Guardia Urbana. Y han respondido bien. El problema se ha solucionado. Pero hay quien no ha tenido tanta suerte”, señala Miguel, vecino del barrio de la Florida.
Las quejas entre los autóctonos se centran siempre en el tópico sobre las ayudas especiales a los inmigrantes. Los pequeños comerciantes denuncian que en zonas del norte de la ciudad los extranjeros están acabando con el comercio tradicional. Y ponen ejemplos como la calle Llobregat, con un bazar asiático, un bar regentado por chinos y un locutorio en pocos metros. O la multitud de tiendas multiprecio de la calle Progrés, uno de los tradicionales ejes comerciales. “Corbacho sabe lo que hay, ahora que se ocupe de arreglarlo”, señala Martín, vecino de Pubilla Casas.
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