MUNDO

Cae el Muro en Italia

El inesperado auge de la Liga se nutre de la clase obrera del norte, que expulsa de la escena a los comunistas

El Correo, 16-04-2008

El símbolo del vuelco sociológico que ha sorprendido a Italia está en las afueras de Milán, en el pequeño municipio obrero, industrial y proletario de Sesto San Giovanni. Era el Stalingrado italiano, bastión rojo de la periferia de grandes fábricas del norte. Pues bien, allí ha ganado Berlusconi, sobre todo por el subidón de la Liga Norte, del 5% al 10%, un partido de pulsiones xenófobas e independentista. ¿Qué ha hecho la izquierda pura y dura, los comunistas, agrupados con los verdes en la Izquierda Arcobaleno? Ha caído diez puntos, al 5%. Lo mismo ha pasado en toda Italia. Están fuera del Parlamento. Tenían 93 escaños en la Cámara de Diputados y 46 en el Senado. Hoy, cero patatero.

Para la vieja guardia comunista ha sido un drama de dimensiones épicas. Sus dirigentes oscilaban ayer entre la cara de funeral, la autocrítica salvaje y la rabieta. Se han convertido en una fuerza extraparlamentaria, término que en el 68 estaba de moda, significaba estar fuera del sistema y combatirlo por medios violentos. Ahora simplemente les han echado. De hecho, hay voces que ven en esta nueva situación un riesgo de radicalización, por falta de representatividad, y más con Berlusconi en el poder. Incluso hay quien teme la tentación de las armas, pues las Brigadas Rojas nunca se han ido del todo. Sin embargo, de momento sólo parecen hipótesis de salón.

La sangría de votos se atribuye al voto útil que se ha ido al nuevo Partido Demócrata (PD) de Walter Veltroni, y por eso crece un rencor venenoso en la extrema izquierda hacia sus primos del centroizquierda, aliados hasta anteayer. También hay una parte de abstención, por depresión del electorado ante la vocación al suicidio de la izquierda, incapaz de gobernar. Sin embargo, la explicación más desconcertante es la que se lee en el Stalingrado italiano, como en tantos otros municipios tradicionalmente rojos de Italia: el currante, el obrero, ya no vota a la izquierda, se ha hecho de la Liga Norte, que ha llegado incluso a Emilia Romagna y Piamonte.

El controvertido partido de Umberto Bossi, con un 8% de los votos, se ha acercado a sus mejores resultados de los noventa a base de dos mensajes muy claros: federalismo fiscal y seguridad con mano dura a los inmigrantes . Sólo hay que ver su cartel electoral, que muestra a un melancólico indio sioux: «¿No supieron parar a tiempo la inmigración y ahora viven en reservas!». El punto racista es innegable, pero muy pocos piensan realmente en la independencia de la Padania y donde está la base social de la Liga es en la pela y en el hartazgo de la política.

El norte es la tierra del pequeño empresario, del empleado que se lo monta por su cuenta y la Liga canaliza a la perfección el malestar por el agobio de las tasas, por el país que no funciona y la incompetencia del Gobierno, allá abajo en Roma. Se habla de una ‘secesión silenciosa’ del norte, el otro gran asunto de fondo que emerge de los comicios. Creen que sin el sur y por su cuenta podrían ser Suiza.

Todo el país está asombrado por la debacle comunista. El PCI está en el Parlamento desde 1921, era un trozo de historia de Italia, parte del paisaje. Sobrevivía fragmentado, pero era un caso anacrónico en Europa, que ya hizo cuentas con el comunismo tras la caída del Muro de Berlín en 1989. En Italia siempre van con varias décadas de retraso. También llegan ahora al bipolarismo, con dos partidos que por fin ocupan el 70% del Parlamento, frente al escaso 46% que alcanzaban en las últimas elecciones. Es el nivel occidental: España, dos partidos, el 83%; Francia, 64%; Alemania, 71%; Inglaterra, 67%.

Fin de la sopa de siglas

Pero este fenómeno se ha llevado también por delante a toda una sopa de siglas y corrientes que la política italiana arrastraba desde el pasado. Los socialistas, en el Parlamento desde 1892 y que incluso habían sobrevivido a Manos Limpias en 1992. Los fascistas, agrupados ahora en La Destra, que aun así suman un millón de votos. Los verdes, que entraron en 1992, también salen. Incluso el partido católico organizado, con línea directa con el Vaticano, los democristianos, han quedado desactivados.

Ya no era la vieja DC, también arrasada por Manos Limpias, pero había pequeñas formaciones por las esquinas. La más sólida, la UDC de Pierferdinando Casini, que rompió con Berlusconi, aspiraba a beneficiarse de un empate y ser decisiva en el centro, pero pese a sobrevivir no pintará nada. En el Vaticano estarán un poco preocupados. Berlusconi y la Liga son mucho menos manejables, y a menudo muy poco ejemplares.

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