Celestino Corbacho: un currante en Trabajo

Celestino Corbacho, alcalde de L'Hospitalet durante los últimos catorce años, llega al Ejecutivo con fama de dialogante, pero también de duro

El Correo, ARANTZA FURUNDARENA, 15-04-2008

«En el Ministerio de Trabajo se van a enterar ahora de lo que es trabajar», bromeaban el domingo los colaboradores de Celestino Corbacho tras el pleno en el que su alcalde se despidió de la ciudad para comenzar una nueva vida política como ministro. Hubo cientos de personas y hasta lágrimas en ese pleno, porque Corbacho, catalán de Extremadura, es muy querido en L’Hospitalet. «He visto llorar incluso a gente de la oposición», comentaba sorprendido un curtido cronista municipal. «Y no precisamente de alegría. Es que son muchos años ». Son exactamente catorce; durante los cuales este alcalde «implacable, pero cercano» no ha conocido otra cosa que la mayoría absoluta.

Ministerio de Trabajo e Inmigración, ésa es la cartera que le ha asignado Zapatero. Y el nombre parece estar hecho a la medida de su nuevo titular, que tiene fama de «muy currante» y además ejerció la inmigración en su más tierna adolescencia. Celestino Corbacho Chaves nació el 14 de noviembre de 1949 en Valverde de Leganés (Badajoz), pero a los catorce años emigró junto a su familia a L’Hospitalet. A él le gusta decir que el último en llegar no puede imponer su ley, pero lo cierto es que él, no mucho después de instalarse en la segunda ciudad de Cataluña, ya empezó a imponer la suya. Aterrizó en 1964 y en el 76 ya estaba dando guerra en las filas del PSC, donde con los años llegó a convertirse, igual que José Montilla (también inmigrante y alcalde en la comarca del Baix Llobregat), en uno de sus ‘capitanes’.

Profesional del comercio, un vecino le recuerda trabajando «en una empresa de decoración cutrilla». Pero su auténtico oficio ha sido siempre el de político. En 1982 fue elegido primer secretario del PSC en L’Hospitalet. Y, un año después, concejal de dicho Ayuntamiento. Aquel fue el punto de partida de una exitosa e intensa carrera política que a lo largo de treinta años le ha permitido ser alcalde de su ciudad y, desde 2004, gracias a la marcha de José Montilla al Gobierno central, presidente de la Diputación de Barcelona. Dicen que en el PSC Corbacho siempre ha ido a su aire y que se siente más unido al PSOE. En 2000, tras la dimisión de Joaquín Almunia, fue miembro de la dirección provisional encargada de preparar el congreso federal del mes de julio, en el que fue elegido Rodríguez Zapatero.

Alcalde «cercano y popular», al que hasta ayer mismo se le podía encontrar sin dificultad un sábado comprando en Ikea, desayunando a diario en el bar de debajo de su casa y a menudo recorriendo a pie las calles de su ciudad, Celestino Corbacho cultiva, según sus conocidos, dos pasiones esenciales: su mujer y L’Hospitalet. La primera, Carmen, con la que lleva casado 34 años, es muy conocida y apreciada en su localidad sin necesidad de ostentar un cargo político. El matrimonio pasa por ser una de esas típicas parejas sin hijos que viven el uno para el otro. Juntos han sorteado no pocas dificultades, entre ellas algún mal trago relacionado con la salud que ya está superado.

La primera vez que Corbacho se puso al frente del Consistorio no fue a través de unas elecciones, sino en sustitución de Juan Ignacio Pujana. Pujana fue el primer alcalde de L’Hospitalet tras la dictadura, pero acabó convertido en el primer político de la democracia española condenado por tráfico de influencias. Dimitió por un presunto pago de comisiones relacionadas con las obras de un aparcamiento municipal. Pero para cuando renunció a la alcaldía, en mayo de 1994, hacía meses que su compañero de partido, primer teniente de alcalde y concejal de Urbanismo, Celestino Corbacho, venía presentándole batalla. Al año siguiente, Corbacho revalidó su cargo recién estrenado proclamándose alcalde de L’Hospitalet por mayoría absoluta, resultado que se volvió a repetir en las elecciones municipales de junio de 1999 y de mayo de 2003.

Regidor con carisma

En esos catorce años, Corbacho ha cultivado la imagen de alcalde con carisma. «Yo le he visto en un debate con más de cincuenta entidades de la ciudad. Algunos llegaron con pancartas y pegando gritos, y después de dialogar acabaron aplaudiéndole. No sé cómo lo hace», relata un periodista. La gestión de la inmigración y la transformación de la ciudad pasan por ser los puntos fuertes de su gestión. L’Hospitalet es una de esas ciudades de aluvión que creció desmesuradamente con la ola de inmigración registrada en los sesenta en la que llegó el ahora ministro y volvió a sufrir tres décadas después una avalancha migratoria de corte latino ecuatorianos, en su mayoría que en algunos barrios alcanza una densidad del 35%. Corbacho, que en los barómetros políticos suele sacar un notable, no tuvo reparo en tomar medidas drásticas que regularan la apertura de locutorios y dotó a la guardia urbana de un grupo especial para el Civismo y la Convivencia. «Es muy de diálogo y de mediación, pero si no funciona ese método no tiene reparo en ponerse en plan ‘sheriff’ y hacer que caiga todo el peso de la ley», explica un vecino.

L’Hospitalet que deja Corbacho (sólo a medias, pues no piensa irse del todo) es una ciudad moderna que en los últimos años ha sufrido una importante reforma urbanística. Está unida a Barcelona por el cordón umbilical de una Gran Vía que, en este municipio, aparece sembrada de nuevas empresas, y presenta un superávit en oferta laboral; dato interesante para un ministro que se enfrenta a una legislatura que estará, según los expertos, estigmatizada por un aumento del paro. Hombre con fama de «directo» y a quien le gusta «ir de frente», el nuevo ministro de Trabajo se las verá esta semana con el presidente de la CEOE y con los secretarios generales de los dos principales sindicatos. La diferencia es que esta vez negociará en su lengua materna, el castellano, tras muchos años de hacer política en catalán. Él suele decir que el catalán lo habla «mejor en público que en la intimidad». Pero otros opinan que lo habla «al mismo nivel que Montilla cuando llegó a president».

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