Corbacho

El Periodico, ARTURO San Agustín, 15-04-2008

Vaya despedida, don Celestino. Lleno total y la ciudadanía aplaudiéndole. Hasta el presidente Montilla – – repentinamente expresivo – – le abrazó como se abraza a un hermano a quien acaban de nombrar ministro de las cosas más difíciles: el paro que viene y la inmigración, ay, que también.
Cuando a un alcalde que se va lo aplauden sus conciudadanos – – y en domingo – – debe ser porque lo ha hecho bien. O sea, que Corbacho ha cumplido en L’Hospitalet. Además, en tiempo de tribulaciones, como decía el santo, siempre ha sabido hacer y decir en voz alta lo que muchos de sus correligionarios callaban. Cuando Corbacho habla siempre da seguridad, que es lo que todos esperamos de los políticos. Para construir frases huecas ya están los tenores huecos de los que hablaba el poeta. Tenores huecos a quienes no votamos. Ni los votamos ni cobran del erario público.
Corbacho sabe incluso lo que vale un peine, porque es hombre presumido y bien peinado. Corbacho sabe de qué habla cuando habla y lo dice siempre a tiempo y en voz alta. Por eso en vez de citar a Heiddeger habla de escaleras de vecinos. Corbacho sabe de qué habla cuando habla porque sabe lo mucho que les ha costado a buena parte de sus conciudadanos tener un piso en condiciones, una calle asfaltada, un ambulatorio, una escuela, lo de la petanca, etcétera.
Se va Celestino Corbacho a hacer de ministro de Trabajo e Inmigración a Madrid y acaba de llegarme un libro muy oportuno del amigo Joan Barril, titulado Sobre la distància. Catalunya – Espanya, en el que, entre otras muchas cosas, habla también de los emigrantes. Nada es casual. Joan, que parece creer en las patrias – – y yo me lo creo – – dice que “solo los emigrantes tienen el privilegio de escoger la tierra que algún día decidirán querer más allá de aquella en la que han nacido.”
Hecho, Joan. Yo le escribo una biografía – – no autorizada – – al ministro Corbacho y tú te encargas de un prólogo sincero. Ya sabes: no siempre el portugués Fernando Pessoa decía lo que aparentaba decir. Por eso, quizá, no siempre es verdad que el mayor crimen artístico sea la sinceridad."

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