Diversidad y cohesión

El Periodico, CARLES Duarte, 14-04-2008

No podemos explicar Catalunya sin la inmigración. Y no me refiero solo a la de los siglos XVI y XVII proveniente de Francia o a la repoblación medieval. El presidente Pujol, cuando resume en tres hechos cruciales la historia de Catalunya, cita Jaume I, la revolución industrial y la inmigración del siglo XX. Y es que en ese siglo Catalunya recibió importantes oleadas inmigratorias.
Pero con el inicio del siglo XXI ha llegado a Catalunya una nueva inmigración que, a diferencia de las del siglo XX, no procede del resto de España, sino del norte de África y de Latinoamérica. La revista Idees ha dado a conocer un dossier donde señala que Catalunya se encuentra al frente de la Unión Europea como territorio receptor de inmigración, con una cifra que en los últimos años se sitúa entorno a un millón de personas.
Un proceso tan masivo en tan poco tiempo requiere un esfuerzo enorme de integración por parte de los recién llegados y quienes los acogen. Es necesario conseguir que el resultado no sean diferentes comunidades de espaldas las unas con las otras, que convivan con indiferencia o incluso con hostilidad. No debemos renunciar a la cohesión. Los pueblos, como las personas, se reconstruyen constantemente.
Intentar fijar el presente en el pasado es un error. Pero también lo es prescindir del pasado, porque los pueblos y las personas somos fruto de esta continuidad. El año pasado murió Paco Candel, un verdadero referente cuando se habla de inmigración y de integración en nuestro país. Sería un acierto que el paseo de la Zona Franca llevara su nombre. Candel, con sabiduría, señalaba que, con respecto a los valores humanos de los que vienen, no se puede pasar una goma de borrar, a la vez que afirmaba que “con los inmigrantes de ahora se producirá el mismo proceso que con los de antes y con los de siempre. Serán catalanes”.
En un artículo reciente, el secretario para la Inmigración de la Generalitat, Oriol Amorós, defendía el equilibrio entre diversidad y cohesión, y reclamaba una cultura pública común. Y el conseller Tresserras afirmaba en la Universidad de Stanford: “En Catalunya, la lengua no es un factor de confrontación, sino un factor de integración y cohesión social. La ventaja de aprender una lengua es que nadie debe renunciar a las que ya sabe”.
Estoy de acuerdo. Hace falta respeto a la diferencia, pero también que las escuelas, las instituciones públicas, los medios de comunicación favorezcan el sentido de pertenencia y una cultura pública común en la que, con independencia de la procedencia de cada cual, haya un autoreconocimiento colectivo unido al territorio donde vivimos y a una historia que proseguimos.

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