De entre las muchas medidas que el presidente Zapatero propuso esta semana para atajar las consecuencias de la crisis económica, una destaca y se agranda por momentos. Porque se trata, ni más ni menos que de fletar aviones especiales en los que los emigrantes, voluntariamente acogidos al modelo que el Gobierno les propondrá, regresarán a sus países de origen… con el compromiso debidamente firmado de no regresar. Además de obtener microcréditos, incluso podrán cobrar en su tierra el subsidio de paro ganado mediante su esfuerzo en España.

No es momento adecuado – o si quieren sí – de desbrozar quién hizo más para configurar el cuadro que contemplamos. Tanto el PP como el PSOE se esforzaron poquísimo por regular, controlar y ordenar la avalancha de extranjeros que llegaban a España con el señuelo de un bienestar que desbordaba. Autonomías y empresarios contribuyeron, en el clímax de la burbuja. Terminado ahora el sueño, llegan medidas chirriantes. Que se aplicarán en medio de una curiosa paradoja, que el presidente del ICO, el valenciano Aurelio Martínez, recordaba hace poco: nuestra demografía era tan débil que hasta el 2020 seguiremos necesitando aportaciones extranjeras para paliar nuestros problemas de mano de obra.

La figura, pues, es la que Zapatero empieza a insinuar en voz muy baja: extranjeros, sí, pero ordenadamente. El evidente aislamiento europeo, la reprimenda de Sarkozy, no ha sido en balde; el Gobierno español empieza a aplicar los mismos criterios que todos sus vecinos.

Con todo, permítanme decir que lo único nuevo es que estas cosas, ahora, se pueden empezar a decir y llegan adornadas. Aviones fletados para la expulsión neta de inmigrantes, o vuelos llamados aviones patera que facilitan el regreso voluntario del que decide terminar su aventura, vienen despegando con regularidad, desde hace meses, sin que el Gobierno lo quisiera comentar abiertamente ni mucho menos fomentar.

Ahora, en cambio, sí. Ganadas las elecciones, es otro el marco y esta acción incluso juega en su favor: es solidaridad.