EL NUEVO GABINETE / Los recién llegados / TRABAJO E INMIGRACION / CELESTINO CORBACHO

Sin complejos ante la inmigración

El Mundo, FERRAN BOIZA, 13-04-2008

El nuevo ministro de Trabajo e Inmigración sabe poco de lo primero pero mucho de lo segundo. No en vano, ha estado 14 años al frente del Ayuntamiento de L’Hospitalet de Llobregat, la segunda ciudad de Cataluña y una de las poblaciones con mayor porcentaje de inmigrantes, el 22,7% del total en 2006.


A diferencia de lo que ha sucedido en otros lugares, Celestino Corbacho (Valverde de Leganés, Badajoz, 1949) no ha permitido que la derecha se apropiara del discurso sobre la inmigración y ha sido el primero en pronunciar palabras como autoridad u orden, excluidas del vocabulario de la izquierda de salón de la que él reniega. «La convivencia se gana o se pierde en las escaleras, en los barrios, en las ciudades», suele decir Corbacho, consciente de que los problemas derivados de la inmigración los sufren especialmente los más desfavorecidos de la población autóctona. Y consciente también de que hay que anticiparse a las dificultades y actuar sin complejos cuando éstas surgen, con mano dura. «Las políticas en favor de la integración de los inmigrantes no se tienen que publicitar, hay que ayudarles pero sin que el resto de ciudadanos se sientan discriminados», afirma el todavía alcalde de L’Hospitalet.


Con ese bagaje a la espalda, Corbacho tendrá que lidiar con una coyuntura especialmente negativa: la desaceleración económica abocará a muchos inmigrantes al desempleo y los barrios del extrarradio de las grandes ciudades españolas se pueden convertir en polvorines. Su experiencia gestionando sin conflictos importantes un municipio con 264.000 habitantes, 60.000 de ellos inmigrantes, será decisiva, es probable que haya pensado el presidente Rodríguez Zapatero.


Aunque a Corbacho se le puede considerar parte de la cuota catalana en el Ejecutivo, lo cierto es que el nuevo ministro siempre ha estado más cerca de la posiciones de Ferraz que de Nicaragua, la calle barcelonesa en la que está la sede del PSC. De hecho, sus primeros pasos en política los dio en la federación catalana del PSOE y no en el PSC Congrés de Joan Reventós, las dos formaciones que dieron origen a finales de los setenta al actual PSC.


Corbacho suele decir lo que piensa, pero será difícil encontrar declaraciones suyas criticando el pacto tripartito que aupó a Pasqual Maragall, primero, y a José Montilla, después, a la Presidencia de Cataluña, y eso que nunca ha acabado de ver bien el matrimonio de conveniencia del PSC con ERC. Conscientes de ello, en Ferraz se pensó en Corbacho para liderar una refundada federación catalana del PSOE durante la crisis provocada por la reunión de Carod – Rovira con ETA en Perpiñán, que puso en peligro las relaciones con el PSC de Maragall. El nuevo ministro nunca ha confirmado esta información, pero en su entorno siempre se ha explicado que se rebeló contra Madrid e informó inmediatamente al presidente de la Generalitat de las intenciones de José Blanco.


Casado y sin hijos, Corbacho llegó a Cataluña con apenas 15 años procedente de Badajoz y habla un catalán mucho más solvente que el del president Montilla. Comerciante de profesión, tiene carné socialista desde 1976 y entró en el Ayuntamiento de L’Hospitalet como concejal en 1983. Once años después, accedió a la Alcaldía tras la renuncia del también socialista Juan Ignacio Pujana, primer político español condenado por tráfico de influencias y en cuya caída tuvo una influencia decisiva, desde la sombra, el propio Corbacho. Es uno de los capitanes del PSC bregados en los municipios del extrarradio de Barcelona, aunque su sintonía con Montilla, histórico alcalde de la vecina Cornellà, es más bien poca.

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