LUIS SARRIÉS SANZ
2008: año europeo del diálogo intercultural
Diario de Navarra, , 09-04-2008L A ONU y el Parlamento Europeo han declarado el año 2008 como Año Europeo del Diálogo Intercultural. Sin embargo, no parece que en Navarra sean muchas las iniciativas programadas para la reflexión sobre un tema de cuya solución depende la construcción armónica de nuestro futuro.
Incluso se tiene la impresión de que se trata de un problema que afecta a los centros educativos, que dedican especial atención a los temas llamados transversales, entre los cuales ocupa un lugar preferente la educación para la convivencia. Y, desde luego, hay que elogiar a los centros educativos y a algunas ONG su esfuerzo por ahondar en el diálogo con otras culturas. Así, el jueves, 27 de marzo se han organizado en Tudela unas jornadas interculturales, cuyos protagonistas principales son los niños. El sábado, día 29 de marzo vimos una manifestación contra la xenofobia en Pamplona. El Instituto de Berriozar tiene previsto celebrar el 18 de abril, una jornada para trabajar la interculturalidad, que culmina un proyecto multidisciplinar desarrollado bajo el lema “diferentes, pero iguales en derechos”.
Sin embargo, el diálogo intercultural es mucho más que reconocer las diferencias y los derechos de las minorías étnicas, culturales y lingüísticas. Las sociedades abiertas a otras culturas y dispuestas a dar cabida en su seno a personas con otras ideas, otros valores, otras lenguas, otras religiones y creencias gozan de una ventaja competitiva y de desarrollo que no tienen las sociedades cerradas o fracturadas. Y a Navarra le queda un largo camino por recorrer. Primero porque tiene que reconocer e integrar sus propias diferencias culturales, sin que bordeemos la fractura social. En segundo lugar porque tiene que ser receptiva e intercambiar los valores y sistemas de vida de los casi 60.000 inmigrantes que están asentados entre nosotros. En tercer lugar, porque tenemos que recurrir a la inmigración para cubrir una serie de carencias de personal especializado en las empresas. Me fijaré en las dos últimas razones.
Plantear la inmigración como proyecto de diálogo intercultural encuentra resistencias profundas en muchos navarros que ven a los inmigrantes como extranjeros, intrusos o como ciudadanos advenedizos, temporales y de segunda clase. Y es que los inmigrantes , en una primera fase, generan distorsiones sociales. Los efectos más inmediatos se producen en la vivienda o en el sistema educativo. En la vivienda, algunos barrios tienden a degradarse al ser ocupados por extranjeros, sin que se tomen medidas para corregir este fenómeno. En educación, el problema es más profundo. Hay centros públicos, desde Ribaforada hasta Peralta, con un alto porcentaje de alumnos extranjeros. Adaptar la estructura educativa, así como ajustar los métodos docentes a las mentalidades y ritmos de aprendizaje de los nuevos alumnos, descubrir sus motivaciones para el estudio, no es tarea sencilla. Es manifiesto el esfuerzo que la administración, los centros y sobre todo los profesores hacen para gestionar la nueva situación en aquellas aulas donde una parte de sus alumnos forman un puzzle de nacionalidades, idiomas y creencias. Suprimir el belén o prohibir el “hiyab” no pasa de ser algo anecdótico que refleja más una intransigencia cultural que un cambio hacia la integración. Y si no queremos que los hijos de los inmigrantes formen ghettos que se enfrenten dentro de unos años a “nuestra” sociedad, no hay otro camino que acometer la laboriosa tarea de renovar y reforzar el sistema educativo. Resulta curioso que la sociedad se esté cuestionando si es mejor o peor la educación separada de niños y niñas en centros específicos, cuando el reto de los centros públicos y concertados debe ser cómo garantizar la igualdad de oportunidades a todos los niños y jóvenes, cualquiera sea la lengua o la religión de sus progenitores.
Hay otra razón fundamental para profundizar en un diálogo intercultural. Necesitamos mano de obra extranjera. Hasta ahora los inmigrantes han ido ocupando los trabajos más duros, menos cualificados y con menores sueldos, tanto del campo como de algunos servicios. Pero nuestras carencias comienzan a ser de otra naturaleza. La población activa abandonó primeramente el trabajo duro e inestable del campo. Ahora tiende a abandonar el trabajo en la industria y en ciertos sectores de servicios, donde los turnos, los horarios, la flexibilidad de la jornada, el trabajo nocturno, los entornos hacen la vida laboral o muy penosa o poco apetecible. Los jóvenes prefieren profesiones que garantizan la calidad de vida, horarios cómodos, tiempo libre. Eligen aquellos estudios y carreras que les pueden facilitar una vida laboral cómoda. Basta ver las estadísticas de las universidades, donde en Ciencias Sociales, Jurídicas y Humanidades tenemos 839.639 alumnos y en Enseñanzas Técnicas y Experimentales 565.173. Por eso, Europa y Navarra tienen carencias de mano de obra especializada, desde soldadores, torneros y mecánicos electrónicos o hidráulicos hasta ingenieros industriales o eléctricos.
Por tanto, poner las bases para nuestra sociedad del futuro inmediato exige crear las condiciones de una sociedad abierta y plural y, en este reto, el diálogo intercultural debe ser prioritario.
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