Cientos de inmigrantes dejan de vivir en la calle gracias a Cáritas
"Dormíamos en el río y, una vez, un yonqui intentó pinchar a un amigo con una navaja"
Las Provincias,
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06-04-2008
El albergue Casa Belén ha sido la solución para más de tres centenares de inmigrantes. Recién llegados, indocumentados y sin nadie que les pudiera dar alojamiento. Un total de 323 personas han podido evitar pasar las noches de invierno en la calle, gracias a las instalaciones abiertas por Cáritas.
En enero de 2006 la situación de precariedad era extrema debajo del puente de Ademuz. Más de 150 personas malvivían en esa zona del viejo cauce del río Turia en unas condiciones de grave insalubridad, frío e inseguridad.
Madi Keita, nació en Malí y estuvo viviendo en el río “más de un año”. Ahora ya tiene papeles, pero entonces salían “pronto” hacia a la Pantera Rosa “a buscar trabajo para ganarnos la vida”.
Cáritas decidió abrir un centro de acogida para ofrecer una ayuda “de urgencia”. Mientras medio centenar de ONG reclamaban que la Generalitat cumpliera su compromiso de 2001 y al menos abriera uno de los 12 centros de acogida prometidos, esta y otras organizaciones solidarias tomaron la iniciativa de “dignificar” la vida de los inmigrantes, afirma Rosa Medina, coordinadora del área de Acción Social del programa de Inmigrantes de esta entidad.
Así nació la primera Casa Belén. Su principal intención era, al menos, mejorar un poco la situación de estos inmigrantes. Más que como un albergue, el centro se creó para dar una comida caliente a los inmigrantes, en su mayoría subsaharianos, que después volvían a dormir debajo el puente.
“Era muy bueno para nosotros ir a Casa Belén, porque había agua caliente”, sostiene Madi Keita.
Finalmente, a causa de las bajas temperaturas de aquel invierno (que no fue tan suave como los dos últimos) y de las lluvias, durante varias noches Casa Belén tuvo que convertirse en un techo para los inmigrantes.
Medina explica que para el segundo invierno se abrió otro local, Casa Belén II, “ya preparado para dormir”. Unas literas cedidas por el Ejército permitieron el cambio.
Se pasó de las 158 personas atendidas el primer año (con comidas, lavandería, clases de castellano) a 80 en el invierno de 2006 – 2007.
La vida debajo del puente de Ademuz “era muy dura, de verdad”, relata Dramán, amigo de Madi que también pasó unos meses en el río. “Lo peor era el frío y la lluvia. Lo segundo es que, al vivir en la calle, estás expuesto a todo tipo de gente: drogadictos, delincuentes… Cualquiera que pasara por allí podía darte problemas y se pasa miedo”, admite.
“Una vez ahí en el río un yonqui (adicto a la heroína o al crack) quería pinchar a un amigo con una navaja”, recuerda este joven malí. Aquel toxicómano pensaba que allí se vendía droga y reaccionó de aquella manera al no obtener su dosis.
Dramán también pudo conseguir los papeles y tiene un empleo en una cooperativa de Alcàsser. Tanto él como Madi sólo tienen palabras de agradecimiento para Cáritas y dos de los integrantes de la Red de Acogida: Luis Poveda y Luis Carlos Oliden.
Este año Casa Belén III ha mantenido su sede y ha reducido las plazas para dar un servicio más amplio y de más calidad a los 58 inmigrantes atendidos. La demanda de ayuda bajó debido a que una campaña agrícola “más floja” atrajo a menos temporeros extranjeros.
“Necesitábamos más cocina y la hemos hecho más grande y hemos aumentado las clases de castellano”, argumenta Medina. Otra novedad de este invierno fue que los inmigrantes contaban con una taquilla personal en la que guardar enseres.
Ahora, las ONG de la Red de Acogida, la Mesa de Entidades, el Foro Alternativo y la Asamblea Baobab siguen enfrentados con el Ayuntamiento y la Generalitat por el retraso de la apertura de un centro público. El pasado otoño, la Administración lo prometió para finales de marzo y aún no ha sido abierto.
Rosa Medina desea “que no sea necesario abrir otra vez”. En las ONG nadie quiere una Casa Belén IV, pero en Cáritas no tienen dudas: “Esperemos que no, pero si se ve la necesidad, lo volveremos a plantear”.
Dramán colaboró con la primera Casa Belén, para ayudar a Madi Keita, entre otros. Él ya estaba en un piso de acogida en 2006 y repartía la comida en el centro de Cáritas: “Era el mejor momento del día para ellos”. Casa Belén III ha contado con medio centenar de voluntarios cuya aportación ha sido vital.
phuguet@lasprovincias.es
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