«Con lo que pago en una sidrería alimento un mes a mi hija en Senegal»
Diario Vasco, , 05-04-2008Ibun Ndyaye tiene 31 años, vive en Gipuzkoa desde hace nueve y es el presidente de la asociación senegalesa ‘Guztion Artean’. Trabaja como ingeniero técnico electrónico en San Sebastián y en Senegal viven su mujer y su hija de 19 meses. Su historia es el relato de la realidad que viven los inmigrantes por conseguir una vida mejor.
- ¿Qué es ‘Guztion Artean’?
- Una asociación que nació en 2007, que engloba a sesenta de los cerca de cien senegaleses de Gipuzkoa y que tiene como objetivos sensibilizar a los guipuzcoanos sobre el problema de la inmigración; ayudar a nuestros compatriotas a que regularicen su situación, puedan alquilar una vivienda, tengan clases de castellano…; y obtener fondos para apoyar proyectos en Senegal en hospitales y escuelas.
- ¿Con qué recursos cuentan?
- Tenemos un presupuesto de 3.000 euros al año. Nuestra fuente de recursos son las cuotas de socio y la txosna que montamos en fiestas de Hondarribia, que es donde tenemos la sede. ¿Por qué allí? La mayoría vivimos en Bidasoaldea, trabajando de pescadores en Hondarribia. También los hay empleados en la metalurgia y la construcción.
- ¿Cómo ven a los guipuzcoanos?
- Me llama la atención su cultura al trabajo. De un sitio tan pequeño salen empresas que son líderes mundiales en su sector. Aquí, con un poco de esfuerzo, puedes aprovechar una oportunidad y salir adelante. En cuanto al carácter, sois muy cerrados, muy fríos, sobre todos los hombres. Nosotros en Senegal subimos al autobús y hablamos con el de al lado. Aquí ni se te ocurra hacerlo.
- ¿Somos receptivos a su realidad?
- No tanto. Pensáis que vivimos bien porque cobramos sueldos de aquí, pero si ganamos mil euros, 400 los mandamos a Senegal a nuestras familias. ¿Y cómo te arreglas aquí con 600 euros al mes?
- ¿Cuál es el principal problema con el que se encuentran aquí?
- El de la vivienda. Nos tratan bien en la calle pero nadie nos quiere alquilar una casa. Eso nos obliga a convivir más gente de la debida.
- ¿Se sienten integrados?
- No es fácil sin dinero. A un amigo mío le dicen en la fábrica para ir de sidrería y siempre se niega. Con esos 30 euros alimento a mi hija en Senegal un mes. No es que no queramos, es que no podemos.
- Cuéntenos su experiencia personal. ¿Cómo llegó a Gipuzkoa?
- Estudiaba en la universidad y mi destino era Neuchatel, en Suiza, pero conseguí una beca para estudiar mecánica naval en Pasajes. Vine en 1999 con la idea de regresar porque allí se necesitaba mano de obra cualificada, pero me quedé. Luego dejé la mar y estudié ingeniería técnica electrónica.
- ¿Tan difícil se hace volver?
- Entre las comodidades de aquí, que la realidad allí no es buena y que con nuestro sueldo mantienes a toda la familia, no vuelves. Tengo diez hermanos, mujer y una hija de 19 meses en Senegal. Mantengo a unas veinte personas allí.
- ¿No ha pensando en traerse a su mujer y su hija?
- Sólo pueden venir por reagrupación familiar, pero para ello debes vivir solo y empadronado en un piso mientras se realizan los trámites, que duran un año. Y para nosotros se hace imposible. Primero porque nadie quiere alquilarte una casa y segundo, por el dinero que supone afrontar su pago en solitario. Además, vivir aquí tres personas con mi sueldo es muy difícil. No podría enviar dinero al resto de la familia.
- ¿Dónde se ve en un futuro?
- Todos queremos volver, porque vivir sin la familia no es vivir. Es duro trabajar todo el día y acostarte sin dar un beso a tu hija. Pero sé que con mi sueldo viven veinte personas, y allí sólo podría dar de comer a mi mujer y a mi hija.
- ¿Cuál es la situación en Senegal?
- Debería ser mejor, porque es de los pocos países de África en los que hay estabilidad política y no hay guerra. Pero la incompetencia de los gobernantes hace que los jóvenes no tengan oportunidades. Y todos quieren venir aquí, aunque ya no es como antes. Los primeros inmigrantes senegaleses que regresaron de Europa volvían con un poder económico que les hacía tener las mejores casas y coches. Ahora los que vuelven no tienen tantas ventajas como para poner en riesgo su propia vida.
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