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Emigrantes, inmigrantes

La Voz de Galicia, 26-03-2008

No son los despropósitos ni los argumentos xenófobos que se utilizan por parte de algunos, ante la realidad de las migraciones, lo que me lleva a escribir de uno de los fenómenos más apasionantes que configuran la construcción de las sociedades humanas, al menos en Europa y en América, sino las memorias, análisis y proyecciones adquiridas.

No negaré que la inmigración irregular, o solo masiva, en cortos espacios temporales y sobre todo de orígenes culturales y religiosos muy diferentes, genera inquietudes y temores en las sociedades receptoras. Siendo estas inquietudes y temores la base donde se sustentan respuestas sociales xenófobas, por más que no se deban ignorar los elementos de conflicto que afloran cuando existe una carencia de políticas sociales, económicas y culturales para la integración.

Pero tampoco debieran obviarse las ventajas que como ciudadanos de un país del primer mundo nos reporta, no solo económica o demográficamente, la llegada de los otros, los diferentes. Y ello porque así nos ha sucedido cuando los españoles hemos sido emigrantes y también en la actualidad, cuando somos el primer país europeo receptor de inmigrantes.

En acertada insistencia de Ramón Villares, no solo emigra quien quiere, sino quien puede. La inmigración en España tiene un componente de europeos, africanos, americanos u orientales varios, pero destacan los inmigrantes – con nacionalidad española – que retornan a las raíces. Según Laura Oso, hace diez años, estos suponían la mitad de los inmigrantes en España y ahora apenas una cuarta parte. Pero en Galicia todavía hoy constituyen bastante más de la mitad del total.

Más allá de temores e incertidumbres que individual o colectivamente las migraciones puedan suscitar, conviene acudir a los numerosos estudios que historiadores, demógrafos, economistas, geógrafos, sociólogos o politólogos nos pueden aportar. Afortunadamente ya no son escasos en Galicia tales investigadores que analizan y evalúan los procesos migratorios, aportando conocimiento y sosiego donde pueden encontrarse soluciones. Más allá de quienes pretenden ponerle puertas al campo, o utilizar realidades y percepciones con fines demagógicos.

Aconsejable sería para quienes tales tentaciones padecen acudir a la lectura de una acerada crónica de don Álvaro Cunqueiro quien, tomando noticia – allá por 1975 – de una máquina diseñada en Inglaterra para discernir entre un emigrante con los papeles en regla de otro ilegal, escribió: «Quiero creer que tal máquina, y sus semejantes en el oficio sicofántico, solamente sean usadas en juegos de sociedad. En lo que toca a la vida del hombre libre que vive bajo leyes, la actividad de la máquina delatora pertenece al misterio de indignidad».

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