La diferencia del pueblo catalán con sus políticos es abismal. Pero más aún con la esposa de uno ya no representativo. Me refiero a la Marta Ferrusola, tan atractiva como simpática. Acaba de darnos una perla exquisita, casi un collar: «Cataluña no se merece un president llamado José»; «lo único que tienen los inmigrantes son hijos… y además magrebíes, ecuatorianos y gente así»… Se habrá hecho sangre en los labios al tragar el Catalán del Año a Raúl Tamudo y el Ramón Llull a una rifeña. Ella, que ha educado a sus hijos a su modo, no representa a nadie: ni antes ni ahora. Debió casarse con Carod Rovira, que así le ha ido: un adiós entusiasta. Lo catalán es una forma peculiar de lo español, de ahí el catalanismo. Quien no lo entienda así representará «l’avara povertá de Catalognia» (la que estremeció al Dante) cuando pertenecía al reino de Aragón.