Polémica
«Mafia» gitana en las obras
El Mundo, , 26-03-2008Constructoras denuncian que clanes se reparten el control nocturno de los tajos con la amenaza de robar material si no se les contrata a ellos Ni un ladrillo se mueve en una obra de Madrid sin que algún clan gitano saque tajada». Lo dice una fuente bien informada y con muchos años de experiencia en el sector, y lo ejemplifica la anécdota del lunes en Torrejón de Ardoz, donde la oposición municipal consiguió que se retirara de una obra municipal un cartel que rezaba: «Vigilante gitano pego tiros». Así de claro.
«Son una auténtica mafia, controlan la vigilancia de todas las obras y extorsionan a las constructoras», dice una fuente que ha visto décadas en la evolución del sector. «Las empresas saben que si los gitanos no se encargan de la vigilancia, al día siguiente les han robado un porrón de materiales, así que todo el mundo pasa por el aro. Es así de sencillo», termina.
La imagen que el lector puede observar sobres estas líneas corresponde a la construcción de una escuela infantil en la calle de Enrique Velasco, en la zona de Nueva Numancia, en Vallecas. «Guarda jitano. Respeten por fabor [sic]», reza el singular aviso.
En un lateral de las vallas se apostilla, en otro peculiar anuncio garabateado sobre un cartón sucio: «Guarda jitano. Respetén». Preguntar al encargado por el particular es poco útil: ¿es cierto que los clanes controlan las obras? «Pues ya lo dices tú. Sí, es así». ¿Y por qué se les contrata a ellos? «¿Tú que crees? ¿Quién es el que roba materiales?». ¿Ellos? «Pues eso, ya lo tienes».
«Te hacen de todo»
La fuente en el sector inmobiliario tiene una opinión muy clara y coincidente al respecto: «Te pueden hacer de todo, y ya ha pasado. Te pueden rajar materiales, robar sacos de cemento, da igual. Esto viene sucediendo desde hace unos 15 años, pero no es privativo de Madrid. En realidad, lo de los gitanos comenzó en Barcelona, y luego se trasladó la idea aquí. Ahora ellos lo gobiernan todo, y no sé de constructoras que se hayan negado a contratarles».
Hace años, cuenta esta fuente, las contrataciones de vigilancias nocturnas se hacían a través de empresas de seguridad, «que es lo lógico. Ahora, se le paga directamente al patriarca del clan. Mira, estos son gente muy lista que saca oro de debajo de las piedras. Y no te creas que les pagan cuatro duros, se paga bien».
La cuestión da para anécdotas de diversos colores. Por ejemplo, «alguno se saca además sobresueldos cobrando propinillas a los futuros propietarios dejándoles pasar a las que serán sus futuras casas, cosa que por supuesto está terminantemente prohibida porque les puede pasar algo, entran en una obra. Recuerdo por ejemplo a otro que vendía artículos ya para el futuro hogar, por ejemplo extintores… Se las saben todas. Y las constructoras, pues hay que entender que se alían con quien sea, buscan socios aunque sea en el infierno, con tal de sacar el producto adelante. En esto no hay reparos», es la clave de la situación.
En Barcelona se creó hace años un proyecto empresarial piloto que devino en esta situación de monopolio por parte de la etnia gitana de estas labores. La espita fue la empresa Gaó Caló, que pretendió regularizar el incipiente negocio de los vigilantes gitanos.
Entonces se utilizaba la llamada bandera gitana – azul, verde y con una rueda en su centro – para simbolizar que la obra estaba vigilada por miembros de esta etnia. La idea degeneró en conflictos y batallas abiertas entre clanes.
Ahora, la última tendencia registrada es que los propios gitanos subcontratan a inmigrantes ilegales que les hacen el trabajo sucio.
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