Menores rumanas son utilizadas para estafar a turistas y personas mayores con la técnica del falso donativo para obras sociales
La Vanguardia, , 25-03-2008Un grupo de menores rumanas se está dedicando a la pequeña estafa en los barrios centrales de la ciudad, en el distrito del Eixample. Se las conoce en el argot policial como carpeteras porque se sirven de este soporte para mostrar a los peatones los folletos de registro de unos donativos destinados a una supuesta asociación de discapacitados y sordomudos que no existe. El dinero va a parar a las familias de estas niñas, que cada día las envían desde Badalona, donde residen, al centro de la capital catalana para llevar a cabo lo que parece haberse convertido en su modo de vida y en el de sus progenitores.
La existencia de este fenómeno urbano en el que las menores son tanto autoras de infracciones penales como víctimas de una evidente explotación infantil no es desgraciadamente nueva, sin embargo, desde hace unas semanas, la situación se ha agravado. La actividad de estos grupos es más intensa y se extiende. La situación de riesgo social en la que se encuentran es elevada. Aunque son todavía pocos los casos en los que las niñas aprovechan la circunstancia de pedir estos falsos donativos para llevar a cabo algún pequeño hurto aprovechando el descuido de sus víctimas, conforme avanza su actividad en la calle esa posibilidad es cada vez más factible.
La situación ha llegado a tal extremo que los Mossos d´Esquadra y la Guardia Urbana de Barcelona están llevando a cabo desde hace aproximadamente un mes y medio un trabajo conjunto y coordinado. Son operativos específicos de prevención e intervención en la calle. Agentes de paisano y de uniforme de ambos cuerpos policiales – a veces juntos y a veces por separado – se encargan de retirar de la vía pública a las niñas por su presunta comisión de una falta de estafa. La estafa se convierte en delito cuando supera los 300 euros. Una vez retenidas son puestas a disposición de sus padres, que son los que las vienen a recoger al centro policial al que hayan sido trasladadas. Ello se ha convertido en una especie de trámite o rutina cotidiana tanto para las crías como para sus mayores.
No existe una estadística del todo concreta sobre el número de menores que componen estos pelotones de niñas y adolescentes dedicadas a la pequeña estafa. Se cree que la cifra de menores dedicadas a estas ilícitas labores y en situación de riesgo social oscila alrededor de las 20. Son todas ellas menores de entre 11 y 17 años de edad, de nacionalidad rumana y residentes en la vecina Badalona. Todas pertenecen a una media docena de clanes rumanos asentados en esa ciudad del Barcelonès Nord.
Las informaciones policiales a las que ha tenido acceso este diario señalan que las niñas son dejadas cada mañana a primera hora en las bocas de las estaciones de Gorg o Pep Ventura de la línea 4. De ese modo llegan al centro de Barcelona. Su destino suelen ser las paradas de Catalunya, Paseo de Gracia, Diagonal o Sagrada Familia. Sus víctimas son preferentemente turistas extranjeros o personas mayores. Últimamente también se ha detectado algún caso aislado de la actividad de estas niñas en zona del Puerto Olímpico y ha sido la Policía Portuaria la que las ha presentado ante el grupo de Menores de los Mossos.
Estas menores, en ocasiones, se sitúan cerca de las escaleras de cada estación del metro en cuyos alrededores desarrollan su actividad. Ello les permite abandonar la zona rápidamente si ven aparecer a los agentes de la ley. También se da el caso de que deambulan por la calle provistas de sus carpetas en busca de personas de buena fe que creen estar haciendo una aportación a una iniciativa con fines sociales.
Las niñas llevan a cabo unas jornadas – evidentemente no puede denominarse oficialmente laborales – de varias horas en la calle. Habitualmente, regresan a Badalona hacia las 14.00 o 15.00 horas, aunque en ocasiones menos frecuentes se las ha localizado en horario vespertino.
Cuando hace varios años aparecieron en el panorama urbano estas menores, un adulto vigilaba sus actividades a una distancia prudencial ejerciendo una especie de labor de control. Sin embargo, los adultos han desaparecido de escena porque la policía acababa por localizarlos y por presentar cargos contra ellos. “No sólo los adultos han cambiado el modo de actuar, los menores usados por estas familias se dedican mucho más a la estafa como la de las niñas rumanas, que a otros delitos como el robo o el hurto”, explica Josep Garcia, sargento de los Mossos responsable del grupo de Menores.
Los que no han alcanzado la mayoría de edad no tienen responsabilidad penal. Esa protección que les concede la ley, en cierto modo y paradójicamente, las aboca a la explotación por sus mayores, pues sabedores de las leyes penales españolas, sus padres o tutores las dejan en solitario para que cada día recauden dinero para las familias.
Mossos y guardias urbanos que a diario se enfrentan a esta problemática tienen muy claro que son un instrumento de alguien que las controla. El problema es que mientras se mantiene su actividad, las niñas van asumiendo como normal su rutina diaria. Así, su comportamiento en el momento en que son interceptadas por la policía evidencia el grado de asimilación de ese modo de vida. En una reciente intervención de los Mossos d´Esquadra antes de las vacaciones de Semana Santa, ocho de estas niñas fueron identificadas en la Sagrada Familia. Su comportamiento ante los agentes no era el de unas crías asustadas a las que han pillado haciendo algo malo sino el que se tiene ante un contratiempo casi divertido. Sus rostros eran sonrientes y bromeaban entre ellas. Charlaban distendidamente o escuchaban música con cascos mientras esperaban que un vehículo policial las trasladara a una comisaría para que sus padres las fueran a buscar.
A menudo, cuando son paradas por los agentes, lo primero que hacen es facilitar de forma casi automática el número de teléfono móvil de sus progenitores, pues saben que cuanto antes les avisen, más pronto recuperaran la libertad de movimientos. Lo más probable es que hayan sido aleccionadas para que sigan ese procedimiento.
Cuando la menor es conducida a un centro policial, se la identifica del mismo modo que se hace a la persona que viene a recogerla, a la que se apercibe de lo ocurrido y se le devuelve a la menor en custodia para que vele por ella. Además, se abren unas diligencias por el delito o falta que corresponda y se da traslado de ellas a la Fiscalía de Menores. Al día siguiente o unas horas después la cría puede estar otra vez siguiendo con su labor callejera dentro del círculo sin fin en el que han convertido sus vidas.
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