Obama insta a cerrar las «heridas raciales»

El Mundo, CARLOS FRESNEDA. Corresponsal, 19-03-2008

El líder afroamericano condena las soflamas incendiarias del reverendo Jeremiah Wright, su ‘padre’ espiritual Barack Obama salió con holgura de la encerrona racial del reverendo Wright. El candidato demócrata condenó los sermones incendiarios de su padre espiritual – aunque no llegó a repudiarle – y aprovechó la gran expectación provocada por su discurso de ayer para instar a los americanos a cerrar «las viejas heridas raciales».


En Filadelfia, flanqueado por un mar de barras y estrellas y bajo la sombra histórica de la Declaración de Independencia, Obama sobrevoló la polémica y fue capaz de encontrar la sustancia y el tono presidencial de los que desde hace tiempo adolecía su campaña, en opinión de la mayoría de los analistas.


«Soy el hijo de un hombre negro de Kenia y una mujer blanca de Kansas», se presentó a sí mismo y sin ambages el candidato demócrata. «En varios momentos de mi campaña, los comentaristas me han criticado por ser demasiado negro o insuficientemente negro. Vimos emerger las tensiones raciales en vísperas de las primarias de Carolina del Sur. Y la prensa no ha dejado de destacar la polarización racial en las urnas, hablando no ya de blancos y negros, sino de marrones también».


Obama entró al trapo en la cuestión del racismo y admitió que aún perviven «la ira negra» y «el resentimiento blanco». Habló del pastor de su iglesia, Jeremiah Wright, como uno de tantos líderes anclados en las humillaciones del pasado e incapaces de reconocer que la sociedad norteamericana ha cambiado. «En ningún otro país de la Tierra habría sido posible mi historia», recalcó.


El candidato demócrata prescindió del mesianismo vacío de pasados discursos y habló en un tono más directo y sincero ante cientos de seguidores en Filadelfia, donde se celebra la próxima tanda de las primarias el próximo 22 de abril.


Obama subió ayer al púlpito con una sensación ambivalente: la última encuesta de la CNN le daba por delante de Hillary entre los militantes demócratas (52% frente a 45%), pero su actitud a la defensiva de las últimas semanas y la polémica suscitada por los sermones incendiarios del reverendo Wright – «¡Dios maldiga América!» – sacudían con un viento amenazante su candidatura.


«La cuestión racial es un asunto que este país no se puede permitir ignorar en un momento como éste», dijo, en una crítica implícita al calculado silencio que hasta ahora había mantenido sobre el tema. «Pero cometeríamos el mismo error que el reverendo Wright en sus sermones ofensivos sobre América si caemos en los estereotipos y amplificamos lo negativo hasta el punto de distorsionar la realidad». Obama condenó por tercer día consecutivo los exabruptos del ya ex predicador, que culpó desde el púlpito a la política exterior estadounidense por los atentados del 11 – S, condenó las agresiones de Israel contra el pueblo palestino y criticó a los blancos por haber perpetuado la injusticia y la explotación de la minoría negra en EEUU. «Pero no puedo repudiar personalmente a Wright, de la misma manera que no puedo repudiar a la comunidad negra», se justificó Obama. «Como tampoco puedo repudiar a mi abuela blanca por confesarme su miedo a los negros y por los comentarios racistas que me hicieron sentir escalofríos en una ocasión». Una tercera parte de su discurso estuvo centrada en la figura del reverendo, con tantas justificaciones como disculpas. Obama reconoció que más que su mentor espiritual, «fue como un miembro de la familia». Ofició su boda, bautizó a sus hijas y le prestó el famoso título, La Audacia de la Esperanza, que procede de uno de sus sermones. Pero se reservó el derecho a discrepar «como cualquier otro americano que no está de acuerdo con su párroco».


Desigualdad


Sin acritud, en un tono distendido y sin apenas golpes escénicos, Obama llamó a los norteamericanos a rechazar «la visión profundamente distorsionada de quien ve el racismo blanco como algo endémico». El candidato negro hizo sin embargo un repaso a la reciente y sangrante historia, habló de las escuelas segregadas, de la desigualdad económica, de la discriminación sancionada por leyes que impedían que los negros ejercieran sus derechos más básicos o accedieran a puestos de poder.


Habló también del racismo como espectáculo (O.J. Simpson) y del racismo como tragedia (Katrina), pero insistió en la necesidad de dejar atrás las divisiones, el conflicto y el cinismo para trabajar por una sociedad más unida: «La unión puede no ser perfecta, pero se puede perfeccionar generación tras generación».


En su reiterada llamada a la unidad, Obama no se refirió únicamente a los negros; en tres ocasiones mencionó al menos a los latinos… «Si nos recluimos cada uno en nuestras respectivas esquinas, nunca seremos capaces de unir fuerzas y resolver los retos de la asistencia sanitaria, la educación o la necesidad de garantizar buenos empleos para todos los americanos».


Obama cerró el círculo asegurando que su propia candidatura es una muestra de lo que ha cambiado el país en las últimas décadas, por más que el predicador Wright siga anclado en viejas soflamas de racismo a la inversa, y se ofreció finalmente a sí mismo como receta: «Lo que más esperanza me da es la próxima generación, los jóvenes cuyas actitudes, creencia y apertura al cambio han hecho ya historia en estas elecciones».

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