Las buenas prácticas de acogida en Osona no obvian las dificultades de integración de los jóvenes
Vic, segunda generación
La Vanguardia, , 17-03-2008En la ciudad hay dos grupos, la gente de aquí y los inmigrantes. Se ve en las discotecas y en los bares, pero también en el fútbol, hay equipos de ecuatorianos, bolivianos, peruanos y marroquíes, pero no mezclados. A veces esa diferencia se nota en una mirada que dice: al lado de aquel no me siento". Lo explica Toufik Ouaftouh, electricista de 23 años, que llegó a Vic cuando tenía cuatro con las primeras oleadas de inmigrantes. Toufik tiene ya la nacionalidad española, hizo toda la enseñanza obligatoria en Vic, habla un catalán más que correcto y se siente bien aquí, pero reconoce que “el rechazo a lo diferente” persiste y que los problemas de integración se mantienen con la segunda generación de inmigrantes pese a que no hay graves conflictos de convivencia.
“Hablar de segunda generación es un concepto estigmatizador”, decía Fatiha ben Hammou, asesora de la Fundació Jaume Bofill, en unas jornadas celebradas en Vic en diciembre del 2004 sobre los hijos de padres inmigrantes. Toufik sólo puede ser considerado como segunda generación atendiendo a la etnia de origen de sus padres; sin embargo, advierte de las dificultades que percibe pese a que lleva aquí 19 años. “Por teléfono acuerdo las condiciones para alquilar un piso, pero cuando digo mi nombre dicen que ya está ocupado. Incluso he tenido la experiencia al revés. He intentado vender un piso y he fracasado. Voy a un intermediario y lo logra fácilmente”.
La industria textil y cárnica de Osona atrajo a partir de los años 80 a trabajadores marroquíes, en su mayoría de Nador, y más tarde a los subsaharianos. Entre unos y otros equivalen hoy al 62% de la población inmigrante, aunque llegaron a representar el 81% del total. Los últimos datos de la ciudad de Vic indican que el primer colectivo extranjero es el marroquí, con 3.765 ciudadanos, a los que deben sumarse otros 1.747 africanos de distintos orígenes. En los últimos años la inmigración ha crecido a un ritmo más lento, y la mayoría de los que llegan ahora lo hacen por reagrupación familiar. Oficialmente, uno de cada cuatro vecinos es extranjero, pero el concejal de Acció Social Joan López reconoce que puede haber unos 1.500 no empadronados. “Exigimos la cédula de habitabilidad para empadronarse en una casa, y eso que, por un lado, ha facilitado la rehabilitación de pisos, por otro es posible que haya evitado un empadronamiento generalizado, como sucede en otras poblaciones”. Los técnicos reconocen que hay inmigrantes empadronados en poblaciones vecinas pese a que viven en Vic. Pero tampoco descartan que la recesión, especialmente en la construcción, desvíe algunos inmigrantes hacia otras poblaciones, como sucedió en Sant Bartomeu del Grau. En ese municipio, la inmigración se ha reducido del 20% al 14% tras la caída de la industria Puigneró.
En los últimos años también se ha diversificado la población extranjera en Vic. Han llegado más latinoamericanos y algunos cientos de trabajadores de la Europa del Este y asiáticos. Entre estos últimos destaca el colectivo indio. Son 452 personas, la mayoría de la zona del Punjab, que constituyen un núcleo compacto, sólo equiparable al que se ha instalado en Olot. Pero aun así, la percepción entre los autóctonos, tanto en Vic como en Manlleu, es que la inmigración es esencialmente africana e incluso se le atribuye un peso superior al real.
“El problema de Vic es que en muy poco tiempo llegó mucha gente y muy diversa”, resume Joan López. Y la segunda constatación es que pese a su distribución por toda la ciudad es en el barrio del Remei, y en los pisos de protección oficial, donde se congregó el mayor número de inmigrantes. La concentración en determinadas escuelas, los problemas de convivencia en los pisos por temas menores – como la música alta o por la suciedad- y “el miedo a lo diferente” están en la base de la eclosión de Plataforma per Catalunya, el partido de Josep Anglada, que ha convertido el discurso xenófobo y el populismo en el eje de su actuación. El apoyo de casi tres mil electores en las municipales le ha conferido un papel de guardián de las esencias. “Acude con su gente allí donde lo llaman y lo mismo es capaz de retirar de la calles unos muebles abandonados que echar la bronca a unos latinos que celebran una fiesta a altas horas de la madrugada”, explica un vecino que conoce bien su forma de actuar. En la ciudad se le compara con Hamás, que ha creado un brazo social paralelo a los servicios sociales públicos.
El vuelco que se produjo en el Ayuntamiento tras las últimas municipales ha obligado casi a empezar de cero la política de integración. Y en algunos casos con decisiones arriesgadas. La petición de unas aulas de acogida transitoria o la creación de un grupo de ocho agentes cívicos (municipales sin uniforme) en el Remei – en fase de remodelación dentro del plan de barrios- van en la línea de reducir conflictos pero también de evitar la percepción entre los autóctonos de que ellos son los perjudicados.
Vic es pionera en buenas prácticas de integración. Los cursos de catalán del Consorci de Normalització Lingüística han convertido la lengua en un factor aglutinador. Y lo sucede con las actuaciones del consejo comarcal, el servicio de mediación, el plan integral de acogida – que ya llega a 11 municipios- y el servicio de traducción, con un equipo de 45 traductores.
Toufik cita otro problema: los jóvenes que acaban sus estudios sin obtener el título o quienes llegan por reagrupación y no tienen permiso de trabajo. El concejal Joan López reconoce la existencia de un agujero negro. “Hemos detectado hasta 87 jóvenes, de 16 a 20 años, sin permiso de trabajo y sin posibilidades de lograrlo. De momento hemos programado unos cursos de formación para paliar el problema”. El temor, como siempre, mira hacia una crisis que podría agravar el paro.
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